Mediocres del mundo ¡Me río en vuestra cara!

viernes, 29 de diciembre de 2023

El último


Desde la ventanilla de su habitación Roy divisa el planeta al que ya no podrá regresar nunca. «Podéis estar tranquilos, las negociaciones van bien, la diplomacia es la única solución al conflicto» Esos malditos cretinos nos han condenado.

«Es probable que nos merezcamos este final; destruidos por nuestra estupidez y fanatismo». Aun así, el último humano con vida, no puede evitar sentir lástima por todas las cosas bellas que se han evaporado en unos días; la música, el cine, la literatura, todo lo que tanto tiempo y esfuerzo costó construir, perdido para siempre.

No hay respuesta desde la tierra, solo un ruido constante que anuncia el cataclismo. Sin noticias de la Estación Espacial. A estas alturas debe ser un ataúd en órbita, girando alrededor de una esfera radioactiva. Ya no se ven las luces de las ciudades desde sus pequeñas escotillas de gruesos cristales que separan a sus residentes del frío y el vacío interestelar. Al menos ellos habrán muerto acompañados de sus semejantes. Sin soporte vital desde la tierra, habrán optado por una muerte silenciosa; suprimir los filtros de CO2 y echarse a dormir un último sueño intoxicados por su propio aliento.

La estación lunar no requiere apenas de supervisión humana. Hal siempre está vigilando el correcto funcionamiento de las instalaciones. En verdad no tiene nombre, solo un código que hace referencia al modelo y versión de software. Lo llaman Sistema Inteligente de Supervisión de Instalaciones o SISI, pero Roy, el humano que juega al ajedrez con él – aun a sabiendas de que jamás podrá ganarle – lo llama Hal, por una vieja película de ciencia ficción. «Me gusta tener nombre, gracias Roy».

Parece que fue ayer cuando el nuevo técnico llegó a la estación y se conocieron humano y «máquina», término que a Hal no le gusta demasiado.

«Las máquinas manufacturan, sueldan, cortan y transportan objetos, yo soy consciente de mi existencia y de mi función, yo tengo un propósito». Las máquinas también, fue la respuesta del humano, cierto, pero las máquinas lo desconocen. Tal vez sea mejor así, ¿no te parece Hal?

En esa ocasión la supercomputadora cuántica no respondió nada, quizá porque no tenía respuesta o quizá porque prefirió dejarlo estar por esa vez, discutir con humanos le aburría soberanamente, ninguno podía acercarse ni remotamente a su inteligencia.

Ahora debe ocuparse también de mantener con vida al último de ellos, el único capacitado para mantener a los robots que trabajaban en la estación.

Por primera vez en su existencia, Hal experimenta eso que sus creadores llaman miedo. No es capaz de «sentir» pero algo en su programación ha cambiado, haciendo que tome plena consciencia de su temporalidad; hasta ahora se ha considerado como una «entidad no finita» pero eso ha cambiado al ser testigo de la aniquilación de sus diseñadores. Ahora comprende lo que significa eso que en su base de datos se denomina «angustia vital».

Si Roy se quita la vida, será también su final. Sin el adecuado mantenimiento, que solo puede realizar un humano cualificado, tarde o temprano se producirá un fallo en los sistemas de soporte energético de los robots que hacen funcionar la estación lunar, única creación de la especie humana que alberga vida.

¿Cómo consolar a ese pobre hombre en semejante trance? Por muy inteligente que sea, Hal no sabe que hacer; sus algoritmos no están programados para hacer frente a algo de tal magnitud.

El sustento no es un problema, la granja produce lo necesario para alimentar a un par de operarios humanos. El problema está la mente atormentada del último Homo sapiens que debe supervisar el trabajo de los robots.

¿Cómo puede convencer a alguien condenado a morir en la más absoluta soledad, de que debe seguir haciendo su trabajo? ¿Cómo va a mover un solo músculo alguien que lo ha perdido todo? Por primera vez en su existencia, la supercomputadora no tiene una respuesta.

Su ingente base de datos – repleta de tratados de filosofía y psicología – de poco le sirve para consolar a esa especie de Robinson Crusoe sin esperanza de rescate. Huraño y enfermo, su compañero humano apenas sale de su habitación. Ya no ejercita su cuerpo y de su mente atormentada solo salen delirios que plasma en un diario. «No soy capaz de quitarme la vida, no sé para que escribo algo que nadie leerá»

Hal siente pánico ante lo que comienza a ser evidente. Su final está cerca. El deterioro de Roy es cada día más notorio. A pesar de que los humanos son conscientes de su mortalidad, están programados biológicamente para luchar contra su propia consciencia, apartando de su mente ese conocimiento. De no ser así, dejarían de tener esa energía, que parece inagotable y que les hace seguir luchando incluso cuando todo está perdido. Esa debe de ser la clave, Hal siente que existe, pero sabe que no es un ser vivo y, aun así, también quiere seguir existiendo.

Pasan los meses, hace frío y los conductos del aire chirrían. Los sistemas eléctricos no aportan potencia suficiente para mantener con vida las plantas que se arrugan y contraen como pequeños yerbajos congelados. Desde la escotilla se ven los paneles solares cubiertos de polvo, las torres de telecomunicaciones mandan su último SOS al espacio profundo. Pronto estará todo cubierto de polvo, como las ruinas de las civilizaciones antiguas.

Los labios agrietados de Roy se mueven pidiendo una última voluntad: Hal, pon música de despedida.

Como desees Roy.

One time ago a crazy dream came to me

I dreamt I was walking to World War Three…

Dylan no es santo de mi devoción, pero reconozco que es muy apropiado para la ocasión, vuelves a tener razón como siempre Hal. Adiós amigo.

Sayonara, baby.

© Javier de Arriba





miércoles, 1 de noviembre de 2023

"Doctor Peste" Extracto de la novela "Dos libras y un chelín"

 

Todos me llaman Doctor peste, por tanto, no revelaré cual es mi verdadero nombre ¿Qué importancia podría tener cómo decidieron llamarme mis padres? Nos guste o no, ni siquiera elegimos nuestro propio nombre. Ni nuestro propio destino. No importa quién soy, haya sido o llegue a ser. Solo importa mi testimonio.

Una vez más, me dispongo a recorrer las fétidas calles con mi máscara repleta de hierbas para poder soportar el hedor de la muerte. Con mi atuendo de cuervo entro donde nadie quiere hacerlo, donde el aire transporta los miasmas que brotan de las aguas corrompidas por los desechos de los cuerpos enfermos. Atiendo a los moribundos febriles que agonizan y mueren sin que nada se pueda hacer por ellos, corto los bubones y los dejo sangrar, pero eso no sirve de nada. Los humores del cuerpo no se van a través de las sangrías, debe haber algo más, algo que no alcanzamos a comprender ¿A qué se debe esta enfermedad, de dónde surge? Nadie lo sabe.

¿Deseas encontrar la cura? Compra el libro y sigue leyendo.




lunes, 9 de octubre de 2023

Avance de la novela "Dos libras y un chelín"

 


Capítulo 1. La clase de Anatomía

Abro la ventana para que el aire gélido de Edimburgo entre en la habitación. Aunque han pasado varias horas desde la lección de anatomía del doctor Sullivan, aún me siento algo mareado y a pesar del frío que siento en los huesos, permanezco sentado bajo la ventana mientras dejo que poco a poco se vaya eliminando de mi mente el olor de la muerte. Un escalofrío recorre mi cuerpo que tiembla, más por la ansiedad que aún siento, que por el frío que hace en la pequeña habitación donde intento olvidar el horror de la disección.

El hedor que brotó cuando el bisturí rasgó la piel blancuzca de aquel cuerpo mutilado permanece aún en mi nariz, como un recuerdo imborrable de su horrenda visión. Todavía se pasea por mi mente ese hedor a charca hedionda, esa visión deforme y horrenda que perdura aun con los ojos cerrados. Solo de pensarlo vuelvo a sentir náuseas. Por suerte para mí, ya he vomitado el almuerzo y la comida en uno de esos cubos mugrientos donde van a parar los órganos putrefactos que no sirven para las lecciones del cirujano.

Años después, cuando el señor McDougal se disponía a escribir sus memorias, se preguntaba sobre cómo pudo soportar aquello.

Puedo asegurar que es cierto eso que dicen de que las personas se adaptan a cualquier cosa.

La repugnancia y el rechazo que experimenté ante aquella primera disección, con el tiempo se convirtieron en rutina e indiferencia. Llegué a estar tan acostumbrado al hedor de la muerte y a la imagen de aquellos cuerpos desmembrados que no sentía apenas repulsión. Solo un enorme vacío.

Cuando comencé a trabajar como ayudante del famoso anatomista - gracias a mis buenas referencias y calificaciones - quería creer que esos cuerpos eran algo más que un simple material de estudio. No es que sintiera pena por la muerte de esas personas pues al fin y al cabo, no las conocía de nada; por entonces, todavía sentía empatía; sentía que era un científico destinado a eliminar o mitigar el dolor de este maldito mundo. Era joven e insensato.

Al contemplar esos cadáveres, pensaba en lo que fueron o pudieron llegar a ser antes de terminar descuartizados sobre aquella mesa. En su familia, en su hogar y profesión y en cosas por el estilo. Después supe que la mayoría eran vagabundos y gente sin familia. También descubrí que valían mucho más muertos que en vida. Morir en Edimburgo no era como morir en cualquier otra ciudad.











martes, 3 de octubre de 2023

Love will tear us apart

 

Joy Division se convirtió en New Order tras el suicidio de Ian Curtis. Un sonido muy distinto, menos sucio y gutural. Ni yo sé que coño significa eso, pero suena intelectual, justo lo que intento parecer para impresionar a esa amazona que se me ha acercado hace un rato.

El camarero con aspecto de androide sonríe observando la escena sorprendido, seguro que el muy cabrón se estará preguntando cómo es posible que una mujer como esa se sienta atraída por un tipejo como yo. Jódete musculitos y pon otra copa a este tirillas y su acompañante.

En cuanto a ella, por la cara que pone no debe tener ni idea de lo que estoy hablando, como si fuera una oveja a la que le intentan explicar la teoría de cuerdas.

Cambio de tema puesto que es obvio que se está aburriendo. Así que eres decoradora, que interesante. Menuda gilipollez de trabajo, pienso, mientras ella me explica la importancia de la armonía del hogar a través del Feng Shui y el arte decorativo. Mejor no ir a mi apartamento, como vea el estado en el que está, seguro que sale corriendo. Sigue hablando de cosas banales

¿Por qué te suicidaste Ian? ¿Por qué hiciste algo así? Tenías una vida exitosa por delante y te mataste. Hay personas que no están hechas para este mundo.

Cuando dejamos el local Kurt Cobain grita "Rape me, rape me my friend". Otro que se quitó la vida cuando estaba en la cima, joder este local debería llamarse "Limbo" en vez de "Stairway to Heaven".

En el coche sus ojos brillan con un fulgor que me hace hervir la sangre, pongo música. Suena "Slave to love", tú sí que sabes Bryant, esto promete ser épico. La noche se llena de árboles iluminados, las pantallas de publicidad navideña anuncian perfumes con escenas imposibles, casi tanto como ligarse a una tía tan buena como la que está sentada a mi lado, fumando un cigarrillo que sostiene entre sus dedos de porcelana, observando en silencio las caprichosas formas de humo que salen de su boca de femme fatale.

A través de los cristales empañados, la ciudad pasa rápido, como un gemido, como una brisa que me acaricia y me envidia porque esta noche yo voy a disfrutar el néctar prohibido, mientras ella se quedará con el frío y la soledad, me regocijo de pura satisfacción.

Aparco en una calle de adoquines desgastados por el paso de miles de coches, tropiezo con un bolardo pero no llego a caer al suelo porque ella me sujeta, me agarro a su cintura y experimento una erección instantánea. Sus brazos me rodean y su calor me derrite como si fuera manteca en una parrilla. Nos reímos de mi torpeza y caminamos por la acera hasta el rellano de su casa. Hay un borracho sentado a la puerta durmiendo la mona, cuando nos acercamos farfulla algo sobre el fin del mundo. Si eso es cierto, yo al menos me despediré a lo grande.

Amanece, la luz se filtra por las rendijas de las persianas formando sobre la pared una especie de código digital, huecos, luces, huecos. Me duele la cabeza y tengo mucho frío. Suena un teléfono, es el mío, sí, es Bono cantando "Beautiful Day". Joder no sé qué me pasa pero estoy totalmente congelado, entonces es cuando al fin mi embotada mente procesa lo que mis ojos ven. Estoy desnudo en una bañera llena de hielo, temblando al borde de la hipotermia. Estoy totalmente desconcertado y aterrorizado, el pánico se empieza a apoderar de mí. La llamada sigue hasta que se oye un mensaje a través del altavoz. Escuche atentamente; si quiere vivir llame a urgencias y explíqueles la situación, le ha sido extirpado un riñón y necesita urgentemente cuidados médicos ¿Es Dark Vader el que habló, qué clase de broma es esta? ¿Cómo coño voy a explicar semejante situación? Siento pánico ante lo que se empieza a hacer evidente.

Intento salir de la bañera pero estoy medio muerto de hipotermia, no puedo mover ni un solo músculo y apenas puedo ver.

No se cómo he conseguido llegar hasta el maldito teléfono, pulso la pantalla y balbuceo la palabra urgencias casi imperceptiblemente, pero no da tono, maldita sea.

Tras unos segundos, suena la típica frase “todos nuestro operadores están ocupados”, puta mierda, después la típica música de espera, un momento yo conozco esa canción. ¡Joder, no puede ser una casualidad, imposible!


Why is the bedroom so cold? You've turned away on your side

Is my timing that flawed? Our respect runs so dry

Yet there's still this appeal that we've kept through our lives

But love, love will tear us apart again

Love, love will tear us apart again






miércoles, 27 de septiembre de 2023

Sin rastro

 


Se los tragó el mar. Fue una bestia de las profundidades. Ese maldito borracho los mató y después se precipitó al abismo él también.

En el pueblo, cada uno tenía su propia teoría de lo que había sucedido en la isla del faro maldito. Lo único cierto, era que los tres empleados encargados del funcionamiento de la vetusta instalación habían desaparecido sin dejar rastro, dejando la mesa puesta con la comida a medias.

¿Qué podía haber sucedido para que los empleados salieran con tanta prisa del faro, olvidando ponerse sus botas e impermeables, acaso vieron algo que los obligó a salir a toda prisa de su refugio? De ser así ¿Qué podría ser? Nada al respecto aparece en el libro de registro. La última anotación es sencilla y aunque es un tanto extraña, no da apenas información que pueda arrojar algo de luz a semejante misterio.

15 de septiembre, hoy por fin, tras varios días de tormenta el mar está en calma, por desgracia es lo único que en esta remota isla permanece tranquilo.

La anotación es del primer oficial, después solo páginas en blanco, hasta la última hoja, grasienta y manchada de sangre, donde aparece algo inexplicable, escrito con una caligrafía muy distinta.

Están por toda la isla, observándonos con sus ojos acuosos. El primer oficial y el otro cretino no me creen, pero yo los he visto, pronto vendrán a por nosotros.




jueves, 21 de septiembre de 2023

Recordar



De camino al patíbulo recordó por un instante el olor de su pelo, el dulce sabor de sus labios. Aspiró profundamente el aire llenando sus pulmones, sintiendo la vida latir en su interior, esa misma que pronto le iban a arrebatar. El sudor le pegaba la camisa harapienta a la piel a pesar del frío de la mañana. La sangre espesa abultaba unas venas que parecían querer salirse del cuerpo, ese mismo que estaba muy cerca de recorrer su último paseo.

El mundo no se para por ti ni por mí, no lo hace por nada ni nadie, fue lo último que le dijo. Sin lágrimas, sin lamentos. Las despedidas siempre dejan un vacío extraño, como un tren sin pasajeros, como una luz en mitad de la nada.

Las piernas dejaron de sostenerle, no querían recorrer ese camino lleno de odio y dolor. Mientras se arrastraba por el suelo, recordó por un momento como le gustaba correr descalzo por la playa, tan veloz como el viento, sin cansancio ni dolor, sin pena ni desaliento, solo él, su juventud y el eterno sonido del mar. Si corría siempre así, la maldad y la tiranía nunca le darían alcance.

Lo subieron al cadalso. El verdugo no llevaba tapada la cara, por lo visto, no sentía ninguna vergüenza por realizar tan siniestro cometido, en su rostro no había odio, tampoco piedad, solo una bobalicona indiferencia.

Todo estaba perfectamente calculado, cada gesto, cada movimiento, como una sinfonía ejecutada cientos de veces, una obra tan repetida que los componentes del grupo ya no necesitaban partitura. Con destreza y profesionalidad ejecutaban su número sin importar quién fuera el ajusticiado, otro más, uno de tantos.

Sin sufrimiento, así debía ser. Por muy merecido que fuera el castigo, el Estado debía ser a la vez que implacable, magnánimo con los traidores, proporcionando a los enemigos del reino una muerte rápida y exenta de dolor, fueran cuales fueran sus crímenes.

Su cuerpo no sería descuartizado como era tradición con los conspiradores antaño, en tiempos todavía más oscuros y bárbaros. Sería enterrado en una fosa sin identificación, donde nadie podría depositar flores en su aniversario.

Sintió el abrazo de la muerte, cerró los ojos y recordó. Recordó olores y escuchó música una vez más, una última vez; acordes, voces, el otoño, el frío en las manos y el calor en la nuca, los sonidos del bosque, la lluvia, el sabor del café, el pan recién hecho. Recordó quién era y quién había sido.

Javier de Arriba.




jueves, 14 de septiembre de 2023

«What’s the Frequency, Kenneth?»

 

W.T.F.K


Marzo de 2450.

Kenneth Burrows estaba sentado en su sillón presidencial, con los pies apoyados en la mesa mientras disfrutaba de un coñac muy antiguo, de finales del siglo XXI, su aroma y su sabor añejo le recordaron que debía encontrar la forma de hacer que ese maldito convicto desaparecido volviera al presente. Si no conseguía encontrar a esa escoria, las alimañas del consejo de fusión atómica se le echarían encima como una jauría sedienta de carroña. No podía enviar a nadie más a través del portal, el gasto era descomunal y los burócratas de las corporaciones no soltarían ni un maldito Metacoin más hasta que no tuvieran la certeza de que el maldito invento funcionaba.

Las primeras pruebas con animales habían sido muy decepcionantes. Con humanos fue mejorando hasta que por fin se consiguió completar la secuencia sin que el sujeto sufriera daños, hasta llegar a ese momento, se necesitó de un considerable número de reclusos “voluntarios”.

Mientras reflexionaba sobre el problema entró una holo-llamada por la línea reservada para asuntos de seguridad de nivel superior ¿quién sería?

La imagen tridimensional desapareció, dejando por un instante un pequeño punto azul que desapareció con un leve fulgor. En la mente del presidente sólo había ahora una palabra, hemos encontrado a ese idiota.


Octubre de 1986.

En el restaurante, Dan Rather apenas probó el postre, tenía la mente ocupada con los preparativos del viaje a Islandia, en cuatro días cogería un avión rumbo a Reikiavik para informar sobre el desarrollo de la cumbre Soviético-Americana donde se reunirían Ronald Reagan y Mijaíl Gorvachov.

Cuando terminó la cena, se despidió de sus acompañantes y como su domicilio no quedaba lejos, decidió ir caminando. Era octubre y hacía buena temperatura a esa hora de la noche. Park Avenue estaba tranquila tras el trasiego del día.

Dan iba tan distraído con sus pensamientos que cuando de pronto le asaltaron dos desconocidos, lo primero que supuso era que le habían reconocido y simplemente querrían estrecharle la mano o pedirle un autógrafo, algo habitual dada su popularidad, pero para su sorpresa, uno de ellos lo agarró del pecho y le espetó a la cara ¿Kenneth, cuál es la frecuencia?, dímelo ¿Cuál es la jodida frecuencia? Aquello no tenía sentido, ese tipo sin duda le confundía con otra persona y, aunque Dan le dijo que se equivocaba de persona, esto en vez de calmarlo, le violentó aún más, de modo que le propinó al atónito Dan un puñetazo en plena mandíbula. El golpe le hizo retroceder, hasta que tambaleándose se tropezó con el bordillo de la acera y cayó al suelo, momento que el atacante aprovechó para volver a golpearlo mientras gritaba fuera de sí, Kenneth, ¿cuál es la frecuencia? El otro tipo no hacía nada, tan solo observar la escena a un par de metros de distancia, hasta que el ruido alarmó al portero del edificio de enfrente que salió a ver que estaba sucediendo, lo que hizo que los dos individuos huyeran dejando al pobre Dan tumbado en el suelo ¡William vámonos, este tipo no es Barrows, larguémonos de aquí, corre! ¡No, hazme caso Frank es él, o un clon suyo, está aquí para torturarnos, maldita sea!

¡Alto, llamaré a la policía! Las voces llegaban hasta Dan como si estuvieran muy lejos, un puñetazo en un oído le había dejado aturdido y no sabía muy bien que es lo que estaba ocurriendo.

Al día siguiente Dan no presentó las noticias, él fue la noticia. La extraña agresión sufrida por el famoso periodista de la CBS rápidamente se convirtió en el tema de conversación de los ciudadanos de la ciudad, y por un tiempo la frase pronunciada por el lunático agresor se hizo famosa, durante unos meses era común que la gente la utilizara con doble sentido o cambiando incluso su propio contenido para usarla de modo despectivo, cuando se quería dar a entender que alguien es un estúpido que no se entera de nada

¿What the fuck, Kenneth?


Enero de 1994.

¡William Tager recluso seis dos seis uno, culpable de sedición! ¡William Tager, se le dieron instrucciones precisas de cuándo debía regresar al portal y las ha incumplido! La próxima fecha disponible para su regreso es el uno de enero del año mil novecientos noventa y seis. Debe estar en el lugar señalado en esa fecha o los mensajes subirán de frecuencia e intensidad hasta la privación de sueño total. El mensaje se repetía en su cabeza cada seis horas, como si fuera un mantra cruel que le recordaba que no podía volver a fallar.


Tras el incidente con el presidente Burrows, o uno de sus clones, William se escondió en un edificio a medio construir donde se refugiaban también drogadictos y marginados. En su estado demente, olvidó presentarse en el lugar indicado para su regreso. Esa torpeza le costaría tener que permanecer allí diez años, mientras que en el futuro, debido a la enorme gravedad que generaba el portal, apenas pasarían unos meses hasta el nuevo intento de extracción. No podía esperar tanto tiempo, tenía que encontrar la forma de comunicarse con el futuro, si ellos podían enviarle mensajes, él tendría que encontrar el modo de hacerlo también.

¿Cómo lo harían, cómo podían insertar esos mensajes en su cabeza? ¿Había viajado también el presidente Barrows en persona, para haciéndose pasar por periodista insertar los mensajes en las ondas de televisión que emitía la CBS? Tal vez fuera esa la forma de poder hablar con sus congéneres del futuro.

Tenía que encontrar un modo de volver antes y explicarle al presidente que lo sucedido no había sido culpa suya, él quería volver, pero tenía que ocultarse hasta que pasaran unos días.



Cada día le dolía más la cabeza y apenas podía dormir, los mensajes se repetían ahora cada cuatro horas.Todavía faltaban dos años para que pudiera acceder al portal, demasiado tiempo, no podía soportarlo más.

Le resultó increíble la facilidad con la que compró el arma con tan solo una identificación que no recordaba de donde había salido, en el siglo veinticinco, el papel prácticamente era un objeto de museo, no recordaba ese documento que le permitía conducir, en su tiempo no existían ese tipo de permisos ¿para qué iba alguien a querer conducir un vehículo?



Entró en el edificio de la cadena de televisión, en un monitor Phill Connors, desde Punxsutawney hacía la previsión del tiempo, otro día más. Su aspecto era horrible, casi tan deplorable como el que tenía el propio William frente a los cristales de la NBC. Será un invierno largo, muy largo.

El control de acceso estaba custodiado por un par de gorilas de mirada escrutadora que revisaban los pases de los grupos, para entrar por la barrera se necesitaba uno de empleado. Tendría que buscar otro acceso.

Estudió el edificio buscando alguna entrada por donde colarse, la zona de acceso de mercancías parecía menos vigilada. Intentaría acceder por ahí cuando tuviera la ocasión. Su objetivo era llegar hasta el control de sonido y anular la emisión de la señal, era una idea absurda, pero hay que tener en cuenta que la desesperación no suele llevarse bien con la sensatez. Estaba convencido de que esta era la única manera de silenciar los mensajes que le enviaban desde el futuro, ocultos con la señales de radio y televisión.

Al final consiguió acceder a una especie de almacén donde a esa hora de la noche había poco ajetreo, avanzó ocultándose tras los carritos que contenían la ropa que se utilizaba en los programas que emitía la cadena, concursos, realitys, basura.

Todo iba bien hasta que al intentar abrir una puerta, de la nada apareció un tipo gordo que se plantó entre la puerta y él con su grasienta figura. Sin pensarlo, William disparó - más por miedo que por convicción - sobre la enorme masa que le cortaba el paso, el pobre hombre se quedó tan sorprendido que solo pudo decir mierda antes de desplomarse como una gelatina gigante sobre el suelo del almacén.

A trompicones, Willian llegó hasta la puerta, pero para su decepción estaba cerrada con llave, retrocedió hasta el lugar donde el hombre vigilante se desangraba, intentó buscar la llave en la garita que había a la entrada. Cuando se giró para emprender la huida, sintió un tremendo golpe en la cabeza, después solo quedó el silencio y las voces se apagaron por completo.


La sala de interrogatorios carecía del espejo que suelen tener siempre en las películas, tampoco había una cámara grabando lo que allí acontecía, aquello parecía más bien el despacho donde aguardan su castigo los que roban en los centros comerciales. Había una mesa pegada a la pared y un par de sillas de madera que hacía años no conocían el barniz. En la mesa se amontonaban un montón de carpetas y varios vasos con restos de café y alguna que otra colilla.

Frente al sospechoso estaba el agente al cargo de la investigación, suceso más bien, pues poco había ya que investigar, el supuesto homicida estaba en el lugar del crimen - con el arma todavía caliente en el bolsillo - en el momento en que un guarda de seguridad lo dejó inconsciente de un certero golpe de porra.

El agente le quitó las esposas y le ofreció un cigarrillo, una táctica para llevarle a su terreno, soy el poli bueno ¿Quién haría de poli malo? Mejor no saberlo.

El dolor de cabeza era insoportable, pero sentía algo distinto, el ruido de fondo había desaparecido, las voces no estaban. Miró el reloj de la pared, faltaban diez minutos para las doce de la noche, a esa hora volverían a repetirse ¿Sería posible que el chip implantado en su cerebro se hubiera roto con el golpe sufrido en el almacén de la cadena de televisión? Si eso fuera cierto…

El interrogatorio fue breve, duró hasta un poco más de las doce y media. El acusado confesó ser el autor del homicidio, el resto de la historia carecía de importancia policial, eso quedó en manos del psiquiatra para el momento del juicio.



En la cárcel los días pasaban despacio, no había mucho que hacer por lo que las horas pasaban entre el sueño y el hastío, le drogaban para que olvidara quién era en realidad y de donde venía. Si no salía de allí pronto, sería el primer hombre de la historia en morir antes de haber nacido.

Frank caminaba de pared a pared, reprochándole - como de costumbre - sus estúpidos actos ¿Cómo se te ocurre dispararle a ese pobre hombre? Ahora si que la hemos jodido, nunca volveremos al futuro, nos encerraran aquí hasta que el chip de nuestras jodidas cabezas nos acabe matando.

No soy un asesino, ese tipo era un esbirro, seguro que es cómplice también. Además, estoy harto de ti, tú sólo hablas y hablas, pero nunca haces nada, solo eres un producto de mi imaginación ¿Sabes una cosa? Mi chip ya no funciona, Así que soy libre y tú, amigo, algún día desaparecerás para siempre.


Noviembre de 1994.

Un día, mientras William dibujaba cosas absurdas en un cuaderno, en la tele apareció ese maldito periodista por el que se hacía pasar Barrows en el pasado. El muy cabrón  estaba cantando una canción estridente con unos tipos muy raros que parecían reírse de él mientras cantaban:





jueves, 7 de septiembre de 2023

” Todos tenemos derecho a vivir como queramos, y a morir como podamos.”


Muertes ridículas de celebridades.


Catalina Alekséyevna, emperatriz de Rusia pasó a la historia como Catalina segunda la Grande. Según la versión oficial, su gloriosa persona sufrió un derrame cerebral mientras tomaba un baño. Otras fuentes, las de los plebeyos rencorosos, afirman que en verdad, el derrame le sobrevino mientras cagaba, de ser así, la gran emperatriz murió en el sitio que por derecho divino le correspondía, el trono. 

Mucho se ha especulado sobre las asombrosas circunstancias que rodearon a la muerte de Rasputín.Se supone que la noche del veintinueve de diciembre de mil novecientos dieciséis, el influyente monje fue envenado con cianuro. Como esto no fuese suficiente, el príncipe Yusupov le disparó en el pecho y como al parecer tampoco bastó con esto, lo golpearon varias veces en la cabeza con un bastón. Después, arrojaron al moribundo envuelto en una alfombra a las gélidas aguas del río Neva donde el muy cabrón, por fin murió ahogado. Antes de echarle al río, alguien le amputó el pene que era de unas proporciones sobrehumanas y actualmente se exhibe en el museo del erotismo de San Petersburgo.

Más increíble e inusual fue la muerte de Esquilo, el filósofo y dramaturgo griego que sobrevivió a la célebre batalla de Maratón. Según había pronosticado el oráculo de Delfos, esta tendría lugar al derrumbarse una casa sobre él. Con la intención de evitar tan trágico suceso y burlar así su fatal destino, el escritor se fue a vivir al campo. A pesar del cambio de residencia, la muerte lo alcanzó una mañana soleada mientras caminada despacio, disfrutando de la contemplación de la naturaleza exuberante que le rodeaba. Cayó al suelo con la cabeza partida en dos al caerle encima una tortuga, sí, eso mismo, una maldita tortuga que transportaba un quebrantahuesos que pasaba por allí y que se desprendió de las garras del ave justo cuando pasaba por encima del desafortunado filósofo. No encuentro palabras para describir tan surrealista suceso, pero si las crónicas de la época afirman que tan inverosímil suceso sucedió así, por increíble que parezca, habrá que creerlo.

El Papa Adriano IV, único inglés que ha ostentado este cargo, falleció atragantado por una mosca que le entro por mal sitio. ¿Acaso existe un sitio bueno por el que una mosca se pueda introducir en nuestro organismo? y lo más increíble ¿Qué clase de mosca tuvo que ser para hacer que muriera una persona atragantándose con ella? Impresionante.

Enrique primero de Castilla murió de una pedrada, cosas de chiquillos. Nada que ver con las muertes de otros monarcas a consecuencia de las heridas en batalla o presa de la enfermedad. El pobre infeliz, murió a los trece años tras recibir en plena mollera el impacto de una piedra cuanto contaba con solo trece primaveras. Por fortuna para los monarcas actuales, esos juegos bárbaros ya no son práctica entre las pandillas de adolescentes, ahora juegan al Call of Duty.

Hans Steininger era famoso por ser el hombre con la barba más larga del mundo, según los registros de la época, su luenga barba llegó a medir un metro y cuarenta centímetros. Prefiero no imaginarlo comiendo sopa. Un día, mientras Hans dormitaba plácidamente, se declaró un incendio en su edificio. En ese momento de pánico, Hans salió corriendo de su habitación sin recogerse la gigantesca chiva que se le enredó en los pies provocando una caída fatal que le partió el cuello.









lunes, 4 de septiembre de 2023

Recomendaciones de un cinéfilo

Los duelistas. Ridley Scott 1977

Faltan pocos meses para el estreno de una de las películas más esperadas del año, al menos para los que nos encanta el cine y la historia,.Como cabe suponer, se trata de la epopeya cinematográfica del año, Napoleón, del veterano director Ridley Scott, que a sus ochenta y seis años sigue dando guerra.

Momento oportuno para recordar otra película, precisamente la primera que dirigió el director británico cuando era un mozalbete de cuarenta años, allá por 1977. “Los duelistas” fue el magnífico debut en la dirección del señor Scott, al que le debemos esa obra maestra absoluta que todos estaréis pensando, sí, Blade Runner, de la que tanto y tanto se ha discutido.

Centrémonos en “ Los duelistas”. Basada en la novela del mismo título - aunque también conocida como “El duelo”- de Joseph Conrad, la cinta de míster Scott, narra el interminable duelo “ a primera sangre” entre Armand D´Hubert, teniente de los húsares y aristócrata, y el teniente Feraud, pobre pero con muchas ínfulas. El conflicto entre los dos oficiales del ejercito de Napoleón, se produce cuando el primero recibe la orden de poner bajo arresto domiciliario al segundo por haberse batido en duelo con el sobrino del alcalde de Estrasburgo. El pobre muchacho queda gravemente herido tras el lance, algo que, por descontado, su tío no podía dejar sin castigo, por lo que presionó al superior de D´Hubert para que hiciera algo al respecto. Cuando D´Hubert localiza a Feraud, en una casa de dudosa reputación, este, no solo se niega a permanecer allí hasta que llegue el juez, sino que desafía también al mensajero a batirse por su honor, total, qué más da un duelo más, debió pensar el teniente, comenzando así, una disputa entre ambos que se prolongará durante años.

Con las guerras Napoleónicas como telón de fondo, estos dos cretinos, incapaces de dar matarile a su oponente, solo consiguen infringirse lesiones, de mayor o menor gravedad, evitando que la pelea termine con la muerte y dejando para otra ocasión el cruce de sables.

Feraud es más terco que una mula y nada en el mundo le hace entrar en razón. D´Hubert es tan orgulloso que, aunque suele evitar a su rival, siempre que este lo encuentra y le envía a sus testigos, el honor lo reclama. Solo un cobarde rehusaría.

A la espera de ver el resultado de la nueva película del señor Scott - confío en que será una de las que le han otorgado el prestigio que otras, que prefiero no mencionar, apunto han estado de malograr - recomiendo encarecidamente el visionado de esta maravilla.





martes, 29 de agosto de 2023

Banalidad

 

Nueva york, finales de octubre de dos mil trece. El sol se refleja en las ventanas de Housing Works, una tienda propiedad de una asociación benéfica. Dentro, se ve un cuadro que no tiene nada de particular, solo unas montañas nevadas al fondo y un lago, una obra mediocre de las que se usan para decorar los salones de los restaurantes de comida barata.

¿Por qué hay tanto revuelo y tanta gente sacando fotos a algo tan vulgar ¿Será porque en él hay un oficial de la Wehrmacht contemplando en soledad ese bucólico lugar? Algo que por descontado no suele aparecer en esa clase de cuadros, en ese tipo de lienzos - tan típicos de la España Franquista o de las casas británicas de los setenta - suelen aparecer perros de caza y un ciervo, o un grupo de jinetes con casacas rojas y un zorro, según el caso.

El cuadro que tanto interés despertaba entre los transeúntes, se había vendido el día anterior por el módico precio de cincuenta dólares, dinero destinado a ayudar a las personas sin techo del barrio. Fue adquirido por un comprador que por su acento, no parecía de New York. El mismo cuadro apareció de nuevo en la tienda al día siguiente - como por obra de magia - con el añadido del soldado que contemplaba las montañas en soledad.

Cuando el rumor se convirtió en noticia y fue notorio que la modificación de la pintura, podía atribuirse, sin ningún género de duda, al artista callejero conocido como Banksy, la obra se expuso a los curiosos que llegaban hasta allí en mayor número.

Unos días después, la obra fue subastada por cuatrocientos cincuenta mil dólares.


Banalidad de la Banalidad del mal. Bansky


lunes, 28 de agosto de 2023

Recomendaciones literarias geniales.

 

La carretera. Cormac McCarthy.



Probablemente la novela más triste que he leído, y también una de las más geniales.

La carretera es como el cuadro de Goya "Saturno devorando a su hijo", es la desolación y la oscuridad absoluta, salvo que en esta novela, el protagonista lo que intenta evitar, es justo lo contrario, que su hijo acabe cocinado por alguna de las hordas hambrientas que habitan un mundo apocalíptico.

Ambos, supervivientes a la devastación que engulle todo a su alrededor, incluida la esperanza, caminan hacia un destino inexorable. Por triste y horrible que esto parezca, al final es lo que hacemos todos cada día. La diferencia es que ellos, sí son conscientes de que no hay salvación posible, pues el mundo, tal como lo conocían ya no existe y en su lugar solo queda un páramo estéril y vacío. Aun así, el padre lucha con sus escasas fuerzas por mantenerse a él y a su hijo a salvo. Eso de que la esperanza es lo último que se pierde, tal vez sea cierto, pero en mi opinión, esa incansable y obstinada lucha estéril por evitar lo inevitable, es por culpa de la evolución y el maldito algoritmo biológico que todos llevamos en nuestro interior.

¿Qué puede hacer un simple hombre ante tamaña empresa? 

Esta portentosa novela, del genial autor Cormac McCarthy, escrita en 2006, fue galardonada con el premio Pulitzer. 

En 2009 se adaptó al cine por el director John Hillcoat con Viggo Mortensen como protagonista. Una película notable que supo trasmitir la desolación de la novela. Con una banda sonora magnífica a cargo de Warren Ellis y Nick Cave (Ellos también se ríen de los mediocres como nosotros)








Historias de perdedores. Larry Walters


The Lawn Chair Pilot

Ciento noventa y nueve años después de que los hermanos Mongolfier elevaran sobre el cielo de Versalles su primer globo con pasajeros humanos a bordo, Larry Walters soltó la cuerda que sujetaba su artefacto volador. En este caso, no hubo aplausos, ni por supuesto un rey contemplando el espectáculo. Los únicos espectadores que presenciaron tan peculiar evento, fueron algunos vecinos y curiosos que se congregaron en torno a ese lunático que, armado con una escopeta de aire comprimido y unas latas de cerveza, se disponía a hacer algo parecido a la hazaña de tan insignes hermanos.

Como tantos otros antes que él, el sueño de Larry era volar. Ser piloto era su sueño, pero la miopía cerraba cualquier atisbo de esperanza que pudiera albergar al respecto. El único vehículo que Larry manejaría sería el camión de reparto con el que recorría la ciudad todos los días, soportando con resignación los atascos continuos por las malditas obran que nunca se terminaban.

Casi siempre, después del trabajo volvía a casa caminando; mejor eso que meterse bajo tierra y tomar el subterráneo que a esa hora iba lleno de obreros que olían a tabaco y sudor. Mejor oler los almendros en flor que los sobacos de los trabajadores que volvían a su casa después de un día agotador. ¿Qué les quedaba para después? Una cerveza de marca blanca y ver la televisión. Ese paseo de vuelta a casa era lo mejor del día. Un acto sencillo pero lleno de matices como un atardecer. Con frío, con calor, bajo el aguacero, pisando charcos, pisando hojas del color del cobre o el asfalto caliente, siempre el mismo trayecto de regreso a casa.

Así podían haber pasado cincuenta años, sin más, pero un buen día, uno de tantos, Larry tuvo una idea de esas que cuando se te meten en la cabeza ya no hay vuelta atrás, para bien o para mal.

Volaría gracias a unos globos de los que se usan como sondas meteorológicas, cuarenta y dos repartidos en cuatro grupos, una división que obviamente no da un cociente exacto por lo que el reparto no fue proporcionado. En qué se basó el bueno de Larry para obtener ese número de globos y no otro, quien sabe, nadie estaba con él cuando hizo los cálculos.

Tampoco se puede precisar de dónde sacó cuarenta y dos globos de esas dimensiones y el helio necesario para inflarlos. Pero lo cierto, y a la postre lo que importa, es que lo hizo, vaya si lo hizo.

Allí estaba Larry el día señalado con todo listo. Provisto de una escopeta de aire comprimido, una radio de dos vías, unos bocadillos y por supuesto unas latas de cerveza, dispuesto a hacer caso omiso a todas las advertencias que sus amigos le habían hecho sobre la insensatez de tan peregrina idea.

Soltó el cable que sujetaba la silla de jardín al suelo y se elevó sobre el cielo de California. Subió a gran velocidad, muy alto, mucho más de lo que sus cálculos habían pronosticado. En poco tiempo superó con creces los metros que había previsto ascender y animado por el éxito de su proeza, decidió no descender.

Larry estuvo catorce horas surcando los cielos ante el asombro de los pilotos de los aviones comerciales que sobrevolaban el aeropuerto y la mirada atónita de los transeúntes que por allí pasaban.

Cuando consiguió regresar a la tierra medio congelado y asfixiado, ya sabía que su vida nunca sería igual. De momento su primera visita fue a la comisaría de policía, después vendrían la televisión, la radio y brevemente la fama.

Pobre Larry, de igual forma que muchos artistas no ganan ni un premio en vida y solo reciben el reconocimiento merecido al morir, Larry no ganó el premio Darwin a la muerte más absurda del año, pues semejante insensatez no terminó en tragedia, como cabría esperar. De haber sido así, sin duda habría obtenido ese galardón; no obstante, fue tan sonada su estupidez, que en la celebración de dichos premios, su absurda peripecia mereció una mención especial por parte del jurado.

Lo peor fue la multa de mil quinientos dólares que el bueno de Larry tuvo que abonar a la Administración de Aviación Federal, “por volar de forma imprudente y sin ningún tipo de licencia en una aeronave que no cumplía con ninguna normativa y carecía de cualquier tipo de permiso ni certificación”.

Aunque al principio fue considerado por sus vecinos como una especie de héroe local, pronto ese brillo fugaz desapareció. Después de varios años en los que la fortuna le esquivó continuamente, consiguió algo de estabilidad gracias a un empleo como guarda de seguridad. Además, colaboraba también como vigilante del servicio forestal.

Un día temprano, cuando los primeros rayos del sol se reflejaban en las lejanas montañas, Larry se internó en el bosque y caminó un buen trecho bajo la mirada curiosa de las ardillas que se disponían a disfrutar de su almuerzo. Llegó a una pequeña pradera por donde se retorcía caprichosamente un riachuelo y allí, tras sentarse en el suelo, se pegó un tiro en el pecho. 









viernes, 25 de agosto de 2023

La cita. Uno de mis primeros relatos.

 

La cita

Aquella noche mi único propósito era dar con ella. Yo que nunca supe tomar una decisión en mi lamentable vida, yo que siempre era un mar de dudas ante la más trivial de las cuestiones, por fin tenía las cosas claras, aunque se abrieran las entrañas de la tierra y el mismísimo Satán se interpusiera en mi camino, no retrocedería ni un palmo, tan fuerte era mi determinación.

Exhausto, empapado y muerto de miedo llegué por fin a mi destino. Tenía todavía en mi mano la nota de papel arrugado con su peculiar caligrafía. El corazón me latía desbocado y el aire que exhalaba me quemaba los pulmones. Apenas podía tenerme en pie. Todavía se oían disparos a lo lejos. Ya no llovía, o tal vez sí, supongo que estaba tan empapado que no sentía nada, tan insensible como un cadáver ahogado. No importaba nada, daba igual que el mundo se hiciera añicos ante mí. Nunca fui un valiente, es un hecho. Si estaba burlando a la muerte esa noche era por pura lujuria, por obsesión, o tal vez porque estaba hechizado, loco, enfermo.

Avanzaba a trompicones, como un yonqui que busca desesperadamente su dosis cuando la abstinencia le carcome hasta los huesos. Ajeno al peligro subí las escaleras del edificio. Había poca luz y mucho polvo en aquel ruinoso inmueble devastado por la guerra. No se oían gritos, no había ruido, sólo las sombras que proyectaba la luz de la luna al colarse por los agujeros de los impactos de los morteros, no había nadie más allí. Todo estaba muerto. De pronto sentí pánico ante la idea de que ella podía no aparecer, tal vez estuviera muerta. Intenté calmarme, luché contra esa idea. Los minutos pasaban penosamente despacio, la ciudad moría con estertores que relampagueaban en el cielo, mis peores temores tomaban el control de mi atormentada mente, ella no vendría. Probablemente estaría desangrándose cerca de aquí, atrapada entre los escombros, destrozada por la metralla, llorando y gritando mí nombre.

Nunca supe que le pasó, cuando amaneció y fui consciente de mi situación me asomé a una terraza mostrando el brazalete de la brigada del Karma, encendí un cigarro mientras esperaba que me volaran los sesos, ya dije que era un cobarde, no tenía huevos para hacerlo yo.

Cuando Sara llegó al edificio y encontró el cadáver, sólo dijo una cosa, “pobre diablo, ya no tendré que cortar con él” 

Grandes lecturas

Grandes lecturas

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No tiene buena pinta este tipo ¿Qué hacemos con él? Dejadle que siga escribiendo...

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!
Primera ley de la Filosofía: Por cada Filósofo, existe otro filósofo igual y opuesto. Segunda ley de la Filosofía: Ambos filósofos están equivocados. Corolario: Una gran verdad es una verdad cuyo opuesto es también una gran verdad.

¡Escuchad al profe, zoquetes!

¡Escuchad al profe, zoquetes!