Se los tragó el mar. Fue una bestia de las profundidades. Ese maldito borracho los mató y después se precipitó al abismo él también.
En el pueblo, cada uno tenía su propia teoría de lo que había sucedido en la isla del faro maldito. Lo único cierto, era que los tres empleados encargados del funcionamiento de la vetusta instalación habían desaparecido sin dejar rastro, dejando la mesa puesta con la comida a medias.
¿Qué podía haber sucedido para que los empleados salieran con tanta prisa del faro, olvidando ponerse sus botas e impermeables, acaso vieron algo que los obligó a salir a toda prisa de su refugio? De ser así ¿Qué podría ser? Nada al respecto aparece en el libro de registro. La última anotación es sencilla y aunque es un tanto extraña, no da apenas información que pueda arrojar algo de luz a semejante misterio.
15 de septiembre, hoy por fin, tras varios días de tormenta el mar está en calma, por desgracia es lo único que en esta remota isla permanece tranquilo.
La anotación es del primer oficial, después solo páginas en blanco, hasta la última hoja, grasienta y manchada de sangre, donde aparece algo inexplicable, escrito con una caligrafía muy distinta.
Están por toda la isla, observándonos con sus ojos acuosos. El primer oficial y el otro cretino no me creen, pero yo los he visto, pronto vendrán a por nosotros.
Hay misterios históricos que invitan a darles respuesta, a rellenar sus hojas blancas o tiznadas de sangre. Choca el primer párrafo. Es como anticipar la conclusión dejándola abierta a la posibilidad de que uno mismo llegue a ser el monstruo de alguna historia que se dejó a medias. Muy buen relato. El último párrafo es en sí mismo un estupendo microrrelato. Saludo.
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