Ahora que estamos a solas tú y yo, quiero aprovechar para decirte algunas cosas. Tranquilo Paco, no son reproches. Ya sé que no te gusta que te llamen Paco, tú prefieres Don Francisco, al César lo que es del César. Pero hoy, para mí, viéndote en ese ataúd, tan pequeño y consumido por la enfermedad que te ha matado, solo me pareces un hombrecillo, un Paco cualquiera. Sí ,ya sé que fuiste alguien importante en vida, una celebridad ¿Cómo no voy a saberlo, si me lo recordabas todos los días? Alguien a la altura de Don Miguel Delibes, o del otro Miguel, Unamuno; de los que hablabas horas y horas sin que te importara si te prestábamos atención. Tú, como siempre a lo tuyo, dando lecciones también en casa. Creo que te importaban más esos desconocidos que tus propios hijos.
Siempre fuiste generoso, sobre todo con el alcohol y si te invitaban todavía mejor, eso de pagar tú no iba contigo. Tuviste pocos amigos, la verdad es que no recuerdo a ninguno, aduladores nunca te faltaron, eso es cierto, ahí afuera hay unos cientos hablando de lo gran escritor que eras.
Amigas si que tuviste unas cuantas. Normal, eras tan apuesto y tan embaucador. Las alumnas se morían porque les prestaras «atención», algo que por descontado solías hacer con sumo gusto.
Tuviste una buena vida Paco, la merecieras o no. Eso solo lo puede juzgar al Altísimo, ese del que renegaste hasta que la metástasis se apoderó de ti. Quién lo diría, un ateo convencido, rezando en sus últimas horas. Tú que siempre eras tan coherente y carecías de las contradicciones que son tan humanas. Tranquilo Paco, que no se lo diré a nadie, tu secreto está a salvo.
Bueno, voy a salir un rato a tomar el aire, atenderé a la prensa y a las celebridades que llenan el recinto, sí, son muchos, no temas y tranquilo, que serás recordado, seguro que le ponen tu nombre a un colegio, eso sí, solo el nombre y el primer apellido el «Don» ya no se lleva, es algo viejo y caduco como lo eras tú.
Te dejo a solas amor mío, con tus pensamientos, como tanto te gustaba, estar siempre con la persona a la que más querías, contigo mismo.
Quedó el difunto en la sala silenciosa. A oscuras. Hablar no podía, no porque estuviera solo, eso lo hacía a menudo, el problema ahora era bien distinto, de haber podido decir algo, esto es lo que habría dicho: joder, menos mal que no eran reproches.
Que buena y entretenida lectura. Excelente
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado
ResponderEliminarMuy bueno. Fluido, directo, preciso, incisivo, moderno.
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