Mediocres del mundo ¡Me río en vuestra cara!

jueves, 14 de septiembre de 2023

«What’s the Frequency, Kenneth?»

 

W.T.F.K


Marzo de 2450.

Kenneth Burrows estaba sentado en su sillón presidencial, con los pies apoyados en la mesa mientras disfrutaba de un coñac muy antiguo, de finales del siglo XXI, su aroma y su sabor añejo le recordaron que debía encontrar la forma de hacer que ese maldito convicto desaparecido volviera al presente. Si no conseguía encontrar a esa escoria, las alimañas del consejo de fusión atómica se le echarían encima como una jauría sedienta de carroña. No podía enviar a nadie más a través del portal, el gasto era descomunal y los burócratas de las corporaciones no soltarían ni un maldito Metacoin más hasta que no tuvieran la certeza de que el maldito invento funcionaba.

Las primeras pruebas con animales habían sido muy decepcionantes. Con humanos fue mejorando hasta que por fin se consiguió completar la secuencia sin que el sujeto sufriera daños, hasta llegar a ese momento, se necesitó de un considerable número de reclusos “voluntarios”.

Mientras reflexionaba sobre el problema entró una holo-llamada por la línea reservada para asuntos de seguridad de nivel superior ¿quién sería?

La imagen tridimensional desapareció, dejando por un instante un pequeño punto azul que desapareció con un leve fulgor. En la mente del presidente sólo había ahora una palabra, hemos encontrado a ese idiota.


Octubre de 1986.

En el restaurante, Dan Rather apenas probó el postre, tenía la mente ocupada con los preparativos del viaje a Islandia, en cuatro días cogería un avión rumbo a Reikiavik para informar sobre el desarrollo de la cumbre Soviético-Americana donde se reunirían Ronald Reagan y Mijaíl Gorvachov.

Cuando terminó la cena, se despidió de sus acompañantes y como su domicilio no quedaba lejos, decidió ir caminando. Era octubre y hacía buena temperatura a esa hora de la noche. Park Avenue estaba tranquila tras el trasiego del día.

Dan iba tan distraído con sus pensamientos que cuando de pronto le asaltaron dos desconocidos, lo primero que supuso era que le habían reconocido y simplemente querrían estrecharle la mano o pedirle un autógrafo, algo habitual dada su popularidad, pero para su sorpresa, uno de ellos lo agarró del pecho y le espetó a la cara ¿Kenneth, cuál es la frecuencia?, dímelo ¿Cuál es la jodida frecuencia? Aquello no tenía sentido, ese tipo sin duda le confundía con otra persona y, aunque Dan le dijo que se equivocaba de persona, esto en vez de calmarlo, le violentó aún más, de modo que le propinó al atónito Dan un puñetazo en plena mandíbula. El golpe le hizo retroceder, hasta que tambaleándose se tropezó con el bordillo de la acera y cayó al suelo, momento que el atacante aprovechó para volver a golpearlo mientras gritaba fuera de sí, Kenneth, ¿cuál es la frecuencia? El otro tipo no hacía nada, tan solo observar la escena a un par de metros de distancia, hasta que el ruido alarmó al portero del edificio de enfrente que salió a ver que estaba sucediendo, lo que hizo que los dos individuos huyeran dejando al pobre Dan tumbado en el suelo ¡William vámonos, este tipo no es Barrows, larguémonos de aquí, corre! ¡No, hazme caso Frank es él, o un clon suyo, está aquí para torturarnos, maldita sea!

¡Alto, llamaré a la policía! Las voces llegaban hasta Dan como si estuvieran muy lejos, un puñetazo en un oído le había dejado aturdido y no sabía muy bien que es lo que estaba ocurriendo.

Al día siguiente Dan no presentó las noticias, él fue la noticia. La extraña agresión sufrida por el famoso periodista de la CBS rápidamente se convirtió en el tema de conversación de los ciudadanos de la ciudad, y por un tiempo la frase pronunciada por el lunático agresor se hizo famosa, durante unos meses era común que la gente la utilizara con doble sentido o cambiando incluso su propio contenido para usarla de modo despectivo, cuando se quería dar a entender que alguien es un estúpido que no se entera de nada

¿What the fuck, Kenneth?


Enero de 1994.

¡William Tager recluso seis dos seis uno, culpable de sedición! ¡William Tager, se le dieron instrucciones precisas de cuándo debía regresar al portal y las ha incumplido! La próxima fecha disponible para su regreso es el uno de enero del año mil novecientos noventa y seis. Debe estar en el lugar señalado en esa fecha o los mensajes subirán de frecuencia e intensidad hasta la privación de sueño total. El mensaje se repetía en su cabeza cada seis horas, como si fuera un mantra cruel que le recordaba que no podía volver a fallar.


Tras el incidente con el presidente Burrows, o uno de sus clones, William se escondió en un edificio a medio construir donde se refugiaban también drogadictos y marginados. En su estado demente, olvidó presentarse en el lugar indicado para su regreso. Esa torpeza le costaría tener que permanecer allí diez años, mientras que en el futuro, debido a la enorme gravedad que generaba el portal, apenas pasarían unos meses hasta el nuevo intento de extracción. No podía esperar tanto tiempo, tenía que encontrar la forma de comunicarse con el futuro, si ellos podían enviarle mensajes, él tendría que encontrar el modo de hacerlo también.

¿Cómo lo harían, cómo podían insertar esos mensajes en su cabeza? ¿Había viajado también el presidente Barrows en persona, para haciéndose pasar por periodista insertar los mensajes en las ondas de televisión que emitía la CBS? Tal vez fuera esa la forma de poder hablar con sus congéneres del futuro.

Tenía que encontrar un modo de volver antes y explicarle al presidente que lo sucedido no había sido culpa suya, él quería volver, pero tenía que ocultarse hasta que pasaran unos días.



Cada día le dolía más la cabeza y apenas podía dormir, los mensajes se repetían ahora cada cuatro horas.Todavía faltaban dos años para que pudiera acceder al portal, demasiado tiempo, no podía soportarlo más.

Le resultó increíble la facilidad con la que compró el arma con tan solo una identificación que no recordaba de donde había salido, en el siglo veinticinco, el papel prácticamente era un objeto de museo, no recordaba ese documento que le permitía conducir, en su tiempo no existían ese tipo de permisos ¿para qué iba alguien a querer conducir un vehículo?



Entró en el edificio de la cadena de televisión, en un monitor Phill Connors, desde Punxsutawney hacía la previsión del tiempo, otro día más. Su aspecto era horrible, casi tan deplorable como el que tenía el propio William frente a los cristales de la NBC. Será un invierno largo, muy largo.

El control de acceso estaba custodiado por un par de gorilas de mirada escrutadora que revisaban los pases de los grupos, para entrar por la barrera se necesitaba uno de empleado. Tendría que buscar otro acceso.

Estudió el edificio buscando alguna entrada por donde colarse, la zona de acceso de mercancías parecía menos vigilada. Intentaría acceder por ahí cuando tuviera la ocasión. Su objetivo era llegar hasta el control de sonido y anular la emisión de la señal, era una idea absurda, pero hay que tener en cuenta que la desesperación no suele llevarse bien con la sensatez. Estaba convencido de que esta era la única manera de silenciar los mensajes que le enviaban desde el futuro, ocultos con la señales de radio y televisión.

Al final consiguió acceder a una especie de almacén donde a esa hora de la noche había poco ajetreo, avanzó ocultándose tras los carritos que contenían la ropa que se utilizaba en los programas que emitía la cadena, concursos, realitys, basura.

Todo iba bien hasta que al intentar abrir una puerta, de la nada apareció un tipo gordo que se plantó entre la puerta y él con su grasienta figura. Sin pensarlo, William disparó - más por miedo que por convicción - sobre la enorme masa que le cortaba el paso, el pobre hombre se quedó tan sorprendido que solo pudo decir mierda antes de desplomarse como una gelatina gigante sobre el suelo del almacén.

A trompicones, Willian llegó hasta la puerta, pero para su decepción estaba cerrada con llave, retrocedió hasta el lugar donde el hombre vigilante se desangraba, intentó buscar la llave en la garita que había a la entrada. Cuando se giró para emprender la huida, sintió un tremendo golpe en la cabeza, después solo quedó el silencio y las voces se apagaron por completo.


La sala de interrogatorios carecía del espejo que suelen tener siempre en las películas, tampoco había una cámara grabando lo que allí acontecía, aquello parecía más bien el despacho donde aguardan su castigo los que roban en los centros comerciales. Había una mesa pegada a la pared y un par de sillas de madera que hacía años no conocían el barniz. En la mesa se amontonaban un montón de carpetas y varios vasos con restos de café y alguna que otra colilla.

Frente al sospechoso estaba el agente al cargo de la investigación, suceso más bien, pues poco había ya que investigar, el supuesto homicida estaba en el lugar del crimen - con el arma todavía caliente en el bolsillo - en el momento en que un guarda de seguridad lo dejó inconsciente de un certero golpe de porra.

El agente le quitó las esposas y le ofreció un cigarrillo, una táctica para llevarle a su terreno, soy el poli bueno ¿Quién haría de poli malo? Mejor no saberlo.

El dolor de cabeza era insoportable, pero sentía algo distinto, el ruido de fondo había desaparecido, las voces no estaban. Miró el reloj de la pared, faltaban diez minutos para las doce de la noche, a esa hora volverían a repetirse ¿Sería posible que el chip implantado en su cerebro se hubiera roto con el golpe sufrido en el almacén de la cadena de televisión? Si eso fuera cierto…

El interrogatorio fue breve, duró hasta un poco más de las doce y media. El acusado confesó ser el autor del homicidio, el resto de la historia carecía de importancia policial, eso quedó en manos del psiquiatra para el momento del juicio.



En la cárcel los días pasaban despacio, no había mucho que hacer por lo que las horas pasaban entre el sueño y el hastío, le drogaban para que olvidara quién era en realidad y de donde venía. Si no salía de allí pronto, sería el primer hombre de la historia en morir antes de haber nacido.

Frank caminaba de pared a pared, reprochándole - como de costumbre - sus estúpidos actos ¿Cómo se te ocurre dispararle a ese pobre hombre? Ahora si que la hemos jodido, nunca volveremos al futuro, nos encerraran aquí hasta que el chip de nuestras jodidas cabezas nos acabe matando.

No soy un asesino, ese tipo era un esbirro, seguro que es cómplice también. Además, estoy harto de ti, tú sólo hablas y hablas, pero nunca haces nada, solo eres un producto de mi imaginación ¿Sabes una cosa? Mi chip ya no funciona, Así que soy libre y tú, amigo, algún día desaparecerás para siempre.


Noviembre de 1994.

Un día, mientras William dibujaba cosas absurdas en un cuaderno, en la tele apareció ese maldito periodista por el que se hacía pasar Barrows en el pasado. El muy cabrón  estaba cantando una canción estridente con unos tipos muy raros que parecían reírse de él mientras cantaban:





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Tú, director de prestigio, sí, tú, esta es tu película ¿Te atreves?

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