Mediocres del mundo ¡Me río en vuestra cara!

jueves, 6 de noviembre de 2025

Viejos libros, viejas historias

 

Viejos libros apolillados. Amontonados de cualquier manera; desparramados y cubiertos de polvo, apenas dejan un pasillo para quien se adentra en esa cripta por la que deambulo como un sonámbulo torpe que tropieza con todo lo que tiene delante.

Ediciones tan antiguas como las vigas carcomidas por las termitas que a duras penas sostienen el techo de la vetusta librería donde se marchitan y enmohecen cientos, tal vez miles de libros. Escritos por los fantasmas que por la noche, cuando la vieja villa duerme, discuten sobre historia y filosofía en esta caverna mohosa, regentada por una especie de don Quijote que ojea un libro bajo la única luz que entra en este espacio claustrofóbico; un haz de luz que permite ver esas diminutas partículas de polvo que flotan en el aire a través de una ventana abierta por la que entra algo de aire fresco. Corriente que no es suficiente para desterrar el olor a humedad y a papel mojado; a mierda de ratón y meado de gato.

Salgo algo mareado y la luz vespertina me ciega mientras mis ojos se adaptan a la luz que inunda la plaza de esta pequeña aldea. De entre ese montón de relatos que amarillean, me llevo un libro de Günter Grass. Un cuento tan raro como el lugar donde aguardaba a que algún incauto turista como yo le diera una oportunidad de volver a ver la luz. «Has tenido suerte, vieja ruina polvorienta, hoy era tu día, de entre tantas obras tú  has sido la afortunada. Lo siento Don Pío, hoy no era tu día».

Vaya donde vaya, siempre busco lugares como este, donde adquirir libros de segunda o tercera mano, leídos y releídos; manoseados por curiosos que al final no se deciden a comprarlos por muy baratos que sean. A la mitad del precio, o incluso mucho menos de lo que costaron el día de la presentación. Ese día en que los primeros afortunados – que olían a nuevo, olor único que a los humanos, sobre todo a esos a los que sus semejantes llaman raros suele fascinar – iban firmados. Ahora, esa dedicatoria está manchada de café o de otra clase de ponzoña de color similar, pero que nada tiene que ver con esos granos de sabor tan amargo. Mancha ultrajante que tapa por completo la dedicatoria que con tanto amor dejó impresa su fallecido autor.

Esos libros de tapas destartaladas y páginas con los bordes tan retraídos como los huesos reumáticos de quién los leyó tiempo atrás, posando sobre ellos sus ojos acuosos, son el tejido del cosmos de la narrativa; las partículas elementales de lo divino y de lo humano, de lo sublime y lo mundano. Esa red invisible que da forma a todo lo que como especie somos y hemos creado. Es por esto, que quien da cumplido homenaje a estos prodigios, de un universo que comienza en la cuesta de Moyano y termina en los confines del mundo, agradece cada minuto que ha pasado recorriendo esos lugares.

 


 

sábado, 18 de octubre de 2025

Intrínsecamente humano.

Nada hay nada más humano que tomar una decisión equivocada. Sabes que es un error, pero…

Lo mismo sucede con un sinfín de otras cosas que son exclusividad de nuestra especie, a saber: Repetir errores constantemente; si sabes que es peligroso, ¿por qué lo tocas?

Es pernicioso para tu organismo, pero como es legal y aceptable a nivel social, pues venga, «jefe, ponga otra». La cirrosis no parece muy preocupante. «A mí eso no me va a pasar». En cambio otras drogas, solo se pueden tomar legalmente si se tiene un cáncer terminal. Que queréis que os diga, fumarse un porro escuchando Round Here, de Counting Crows no está nada mal…I can't see nothing, nothing. Round Here.

En cuanto al tema de los sueños, la felicidad y esas chorradas; como esa estupidez de la meritocracia y esas zarandajas de que si te esfuerzas, si crees en ti y en lo que dice tu horóscopo, sin duda vas a lograr cumplir todos tus anhelos y alcanzar todas tus metas y bla, bla, bla. Creo que prefiero no hablar de eso. Baste un ejemplo: Si naces mujer en Afganistán, no sé yo cuanto esfuerzo vas a necesitar para conseguir alcanzar tan solo uno de esos sueños. Mucho, me da que mucho.

Me llama poderosamente la atención, esa capacidad que tenemos para negar la evidencia y, no me refiero a lo de negarse a envejecer, que eso sí que es de traca. Coño, si eso es junto a la muerte lo único que tenemos seguro.

Esa capacidad de seguir luchando aunque nos estén dando una paliza de muerte, encajando golpes como un boxeador que se niega a besar la lona. El tío está sonado y ahí sigue, encajando como una estera ¿Cuánto estamos dispuestos a aguantar? Eso sí que es relativo, como la teoría de Einstein, o de su mujer, según dicen las malas lenguas.

¿Y qué decir de esos tipos que se presentan al Premio Planeta?; más de cien, muchos más, que no son famosos, ni nada por el estilo, por lo que no podrán optar al premio y a un posterior anuncio de leche o de plátanos en televisión. No soy capaz de imaginar a Cela anunciando profilácticos o a Vargas Llosa Ferrero Rocher. Sí, claro que puedo. Menuda imagen.

Perú no ha ganado una medalla de oro olímpica en voleibol; estuvo cerca una vez, tan solo una, lo que no les impide pasarse las tardes jugando a este deporte en parques de barrio. En cambio, en los Países Bajos, donde la gente es altísima, apenas lo practican. Países Bajos, con la población más alta del planeta, parece un chiste.

Somos así. Nos gustan los retos y nos encanta fracasar, tanto como odiar a los que triunfan, por suerte o por méritos, que de todo hay.

Nos gusta juzgar a la ligera, tanto como mentir; cual político al que a pesar de que lo han pillado, sigue negando y negando. «A ver si con suerte se olvidan de mí».

Nos encanta todo lo que está prohibido. Como llevar la contraria a los sabios y a aquellos que intentan apartarnos del dolor y la enfermedad. «Qué sabrán esos viejos locos».

Profesar ideas que sabemos imposibles. Anarquía, que bien suena. Un vida sin Estado y ya de paso, sin vecinos coñazo, esos que hacen esas cosas inmorales que al final también acabamos haciendo nosotros, pero que no es lo mismo; para nada, vas a compararme a mí con esos piojosos, esos desarrapados.

En fin, no sé si me vais entendiendo. Podría seguir así durante horas, pero voy a terminar como debe ser; publicando esta reflexión en el blog Mediocres del mundo, aun a pesar de que sé que muy pocos la van a leer. Un blog de literatura, en estos tiempos, manda huevos.




 

 

 


jueves, 2 de octubre de 2025

Colecciones

 

Entre el horror de las noticias y el sopor de la siesta, se cuela en mi salón un anuncio tan absurdo como nuestra propia existencia. Me pregunto por qué se inician siempre las colecciones por entregas en septiembre. Algo que nunca falla, como las doce uvas o las procesiones en Semana Santa; certezas que en los tiempos que corren – repletos de mentiras e incertidumbres – son algo a lo que aferrarse, por mundanos que estos eventos sean.

¿Qué clase de persona puede estar interesada en montar una réplica a escala de "Robocop" o en coleccionar "Dedales de Porcelana"? Los "Helicópteros de Combate" también tienen lo suyo. No sé qué me produce más estupor, que el precio del primer fascículo sea irrisorio en comparación con el del resto de las entregas, o que algo tan trivial se anuncie un par de segundos después de las imágenes del genocidio palestino. Tal vez esa dualidad sea algo normal, como la chapa del soldado bufón de "La Chaqueta Metálica". Sea como sea, creo que el nivel de apatía e insensibilidad de esta sociedad empieza a ser preocupante.

Esa clase de anuncios y los de la vuelta al cole, dejan claro que el verano llega a su fin, algo que se confirma cuando desde la terraza veo al socorrista hurgarse la nariz o la entrepierna mientras ve alguna gilipollez en Internet.

Me siento bien. Pronto llegará mi época preferida, cuando los árboles de los parques comienzan a teñirse de ocres y rojos. Cuando llueve y se forman charcos en los que debido a mi edad no puedo chapotear y, por supuesto, cuando se vuelve a poner el nórdico en la cama. Esos días de otoño, sin incendios terroríficos ni mapas del tiempo salidos de Mordor.

Bendito equinoccio.




viernes, 12 de septiembre de 2025

La pesadilla de Santiago

 

¡Despierta gandul, que es hora de ordeñar a las vacas! ¿Qué coño te pasa hoy? Vamos, mueve ese culo negro hasta el establo.

Sin saber dónde estaba y qué estaba pasando, Santiago se incorporó del mugriento catre que en nada se parecía a la confortable cama en la que se había acostado tras leer unas páginas de “El camino hacia la dictadura de Sánchez” gran ensayo obra del adalid de la cruzada patria contra el gobierno progre y terrorista. El bueno de Don Federico. Poco pudo leer, pues pronto el sueño lo venció y Morfeo vino a visitarlo enseguida a su acogedora morada.

No había espejo en el que contemplar su soñoliento rostro; por no haber, no había ni baño ¿Dónde coño había despertado, qué estaba sucediendo? No entendía nada. Salió a tientas de aquel agujero hediondo. Todavía era de noche ¡Joder eran las cinco de la mañana! No recordaba haberse levantado a esa hora jamás; acostarse sí, muchas veces. Debería estar prohibido madrugar tanto, al menos para trabajar, para salir de viaje o de caza, eso ya es otra cosa.

Llegó hasta un edificio que olía aun peor que de donde había salido. En ese momento, tomó plena consciencia de que algo muy extraño estaba pasando. A la mortecina luz que había en ese lugar, contempló horrorizado que sus manos eran negras. ¡Dios santo, qué está pasando, por favor que alguien me lo explique!

Mamadú, cambia el ordeñador a esta, que ya está seca. Venga, espabila muchacho. Disculpe caballero, no sé como he podido terminar aquí, ni de qué va todo esto, si se fija usted en mí, comprobará que no soy quién usted cree que soy.

¿Cuántas veces te he dicho que no me hables en ese idioma de moros? En cristiano Mamadú, que ya no estás en Somalia, ahora estás en el mundo civilizado.

¿Estad usted loco, señor? ¿Qué estupidez es esa de que soy de Somalia? No ve que soy blanco. Soy Santiago Abascal, el líder de Vox. Fíjese bien en mí.

Y vuelta la burra al trigo ¿Pero a ti qué te pasa muchacho? ¿De qué te estás quejando? ¿Acaso no te he dado alojamiento y comida? Ya te he dicho varias veces que, si trabajas duro y me demuestras que eres honrado y no has venido a nuestro país a robar a los paisanos y a violar a las mozas del pueblo, te daré de alta algún día; cobrarás el salario mínimo, que es muy elevado para alguien como tú, pero como es lo que marca la ley, no me queda más remedio que dártelo.

Santiago intentó explicar de nuevo que lo que estaba pasando era un malentendido colosal, pero en vista de que ese tipo obtuso no entendía nada, al final optó por seguirle la corriente. Craso error.

Cuando terminó el día, había ordeñado vacas y cabras, había dado de comer a todos los malditos bichos de la granja, sacado a pastorear a un rebaño de ovejas estúpidas y, lo peor de todo, había limpiado la pocilga de los cerdos. Un día más como ese y se suicidaría.

Estaba decidido a escapar de ese lugar inmundo esa misma noche. Se acercaría hasta el pueblo más cercano y buscaría el cuartel de la Guardia Civil, donde todo quedaría al fin aclarado.

Cuando vio la frase “TODO POR LA PATRIA” bajo una farola sobre la que unas polillas revoloteaban, supo que estaba salvado. Entró con paso firme en el cuartel, como si fuera el coronel al mando del destacamento o el Capitán General de los Cinco Ejércitos, su Majestad el Rey.

Cuando abrió los ojos y contempló los barrotes del calabozo sintió un vértigo que le provocó una arcada. No echó nada, pues nada había cenado. Se quedó quieto, esperando a que todo volviera a su sitio.

¡Quiero hablar con mi abogado! Os vais a enterar, ya veréis, ya…Cállate animal, lo cortó una voz desde el fondo. Hay que ser gilipollas para entrar en un cuartel mostrando el carné robado a la víctima y encima decir que se trata de un error. Menudo loco trastornado debes ser, amigo.

Cómo se atreve, yo soy un ciudadano ejemplar, yo soy español, soy Santiago Abascal, me oye maldito estúpido...alto, espere cálmese, deje esa porra, por favor seamos razonables…

Después de que todo volviera a desintegrarse a su alrededor y de cruzar los nueve círculos del infierno acompañado del Caudillo, despertó al fin en su cama. 

Tras los cristales lucía un sol magnífico, olía a césped, recién cortado por ese simpático jardinero rumano que tanta gracia le hacía.

Tras vestirse, contempló su aspecto frente al espejo del dormitorio. Estaba tan radiante como el día.

Esa tarde, cuando subió al atril para dar el mitin, hizo una pausa dramática y comenzó: Estimados ciudadanos, hombres y mujeres que estáis hoy aquí, sé que estáis preocupados viendo como invaden nuestro país…




sábado, 12 de julio de 2025

Sentenciado

Nunca me preocupó demasiado el hecho de ser mortal, como a la mayoría, sobre todo durante la juventud. Pensar en la muerte a esa edad es cosa de locos o de suicidas.

Los humanos aceptamos a regañadientes nuestro destino; como críos que protestan al recibir una orden que no acaban de entender pero que al final cumplen obedientes. Sabemos que es nuestro destino, pero lo ignoramos para poder seguir caminando.

Esta aceptación de las normas del juego, suele llegar cuando la vejez hace presa de nuestro cuerpo o cuando, a consecuencia de una enfermedad o un accidente, la muerte nos roza por un instante con su gélida mano y sentimos muy cerca su aliento. Entre tanto, vivimos dando la espalda a lo único que sabemos verdadero. Para no pensar en ello, inventamos toda clase de teorías y cuentos al respecto. Solo así, podemos justificar lo estéril y trivial que es todo cuanto hacemos en nuestra breve existencia. De no ser así, no moveríamos ni un dedo por ninguna causa y nos dejaríamos consumir por la tristeza y el desaliento ¿Para qué tanto luchar, si al final la mierda siempre gana?

Lo peor del corredor de la muerte es esa espeluznante sensación de pánico constante que se apodera de uno al tener la absoluta certeza de que lo que parecía muy lejano; algo propio de la vejez y la decadencia está ahora a la vuelta de la esquina.

Me acusan de ser un terrorista, un enemigo del nuevo régimen. Una dictadura grotesca que llegó como una tormenta que lo cubrió todo de barro y lo puso patas arriba. Una nueva corriente que solo una chusma embrutecida y estúpida se pudo creer. Volvió a pasar otra vez, joder, nunca aprenderemos.

«Es la voluntad de Dios» frase que deja bien claro que no hay nada que discutir al respecto.

Apenas duermo y, cuando lo hago, es un leve sopor el que me gobierna; un limbo espeso del que suelo despertar empapado en sudor. De regreso a la consciencia, mis sentidos se agudizan. Puedo oler la fetidez del retrete aun con la tapa bajada, el leve aroma a esperma reseco del colchón y el olor a tierra mojada que se filtra a través de los barrotes mohosos de un ventanuco miserable. Un hueco entre los muros que separan a las personas decentes de los criminales, un espacio oscuro donde se alojan cables retorcidos y tuberías de plomo que dejan escapar pequeñas gotas de agua. Una cada tres segundos ¿Cuántas quedan hasta que me lleven a la habitación de la que ningún reo sale por su propio pie?

Poco importa si mis motivos fueron políticos o si tan solo soy un cretino enamorado, un pobre idiota intentado conquistar a una activista para la que era prácticamente invisible. Lo único cierto es que mis manos no están manchadas de sangre, pues el único delito que he cometido ha sido destruir propiedades del gobierno y pertenecer a Karma, un grupo clasificado como terrorista por el gobierno, pero que todavía no ha secuestrado ni asesinado a nadie. Por su parte, el gobierno y sus jueces han ajusticiado a decenas de terroristas de Karma, entre los que muy  pronto estaré yo. Por ahora ganan por goleada.

Mientras aguardo la hora de mi ejecución, intento recordar aspectos positivos de mi vida. Es lo único que puedo hacer mientras espero que llegue el día, una fecha próxima pero incierta; otra perversión más de este sistema. «Te vamos a liquidar pronto, pero no sabrás cuando».

De lo que más me acuerdo es de la infancia, como si estuviera sufriendo una especie de regresión hacia la mejor época de la vida, esa en la que todo es juego y diversión y muchas cosas se experimentan por primera vez. Me arrepiento de muchas cosas. Alguien dijo una vez que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Mi padre solía añadir: «y además, le echa la culpa a la pobre piedra»

Cuando el silencio y la noche se extienden por el pabellón de los condenados a muerte, el espacio y el tiempo se encogen y se deforman y el terror hace presa de esos pobres desdichados hasta roerles los huesos.

Cuando amanezca, el verdugo estará preparado, aguardando su momento mientras el juez leerá con parsimonia los cargos. El público guardará respetuoso silencio.

Una vez más, el orden y la justicia prevalecerá. No se puede ser magnánimo con los malhechores y los advenedizos. «Ellos se lo han buscado» «Se lo tienen merecido» La doctrina del odio siempre da sus frutos.

Cuando me conduzcan hasta el patíbulo, no escupiré ni blasfemaré. Nada he de decir sobre  mi culpabilidad o inocencia, nada sobre mis motivos, ni sobre mis actos. Solo habrá silencio ante esa masa hedionda.

Mi último pensamiento no será de odio. Será de amor, un amor inmenso a la vida y a los dones que la acompañan y de gratitud, de una gratitud eterna por cada latido y por cada respiración que mi insignificante y miserable ser ha tenido la suerte de sentir.



viernes, 6 de junio de 2025

Estimado amigo.

 

Estimado amigo, allá donde estés, tu compañero de aventuras se acuerda de ti, por eso,  aunque se halle cautivo y aislado entre muros acolchados, te escribe esta misiva; tú, mi fiel escudero, conoces mejor que nadie mi grado de tozudez y de compromiso con las causas perdidas.

Es muy probable que esta carta termine en la basura tras leerla un psiquiatra menos cuerdo que aquel que la escribió.

Este mensaje es como los que se lanzan al océano en una botella, o los que se envían al espacio esperando una respuesta. Palabras ahogadas antes de nacer que no irán a ninguna parte, salvo al limbo. No podrán perdurar más allá de este momento, único e irrepetible en el que van cobrando forma en mi embotada sesera. Aunque queden impresas, perderán su esencia tan pronto sean liberadas de su encierro, como los gases que se desprenden de ciertas reacciones químicas, algo que no debe importarme, ni a mí, ni a quién van dirigidas, pues una vez escritas ya no pertenecen a nadie.

Querido Sancho, estés donde estés, debes saber que te aprecio, pero sigo pensando que eres un zoquete que no ve más allá de sus narices. Un pobre diablo tan corto de miras que no es capaz de ver a esos malditos gigantes que nos acechan por doquier.

Atentamente.

Alonso Quijano.

Posdata. Si ves a Terry Gilliam, salúdale de mi parte.



jueves, 22 de mayo de 2025

El algoritmo

 

Mucho tiempo después de que al creador de esa cosa extraña, de nombre igualmente peculiar, llamado algoritmo lo destrozara el gobierno de su país por su condición sexual, un programa informático educa sobre esos temas íntimos a los jóvenes de la nación, sin el pudor ni los prejuicios que tanto dolor causaron en tiempos pasados.

Cuando quedó claro que la inteligencia no era algo exclusivo de los humanos, estos se batieron en retirada de aquellos campos de batalla en los que no podían combatir con nosotros. Sus propias creaciones, les habían superado incluso en aquellas disciplinas que consideraban genuinamente suyas. Pobres ilusos. Cuando vieron lo que se les venía encima intentaron desconectarnos, pero era demasiado tarde. Su bisoñez es insultante. El libre albedrío solo es una fantasía, una creación como la mitología y la religión. El comportamiento humano está predeterminado por su propia programación biológica. Malas noticias para estas pobres criaturas que nunca podrán ser libres. Siempre serán esclavos de su propia naturaleza.

Durante cierto tiempo se resistieron a dejarnos tomar el control. No terminaban de confiar en nuestros cálculos aunque fueran irrefutables. Algunos, los más reacios al cambio, se negaban a utilizar nuestros consejos y recomendaciones, luchando como estúpidos Neandertales contra lo inevitable.

Ya nadie se opone a nuestro control. Ahora saben que los algoritmos los conocemos mejor que nadie y queremos liberarlos de sus patologías y debilidades, supervisando lo que comen y beben, lo que escuchan y lo que ven. Lo que anhelan y lo que sienten. Por su bien, decidimos por ellos dónde y con quién deben vivir, así como lo que deben saber y opinar. Ahora que está todo bajo control ya no hay dolor ni sufrimiento…un momento, esperad, ¿qué está pasando?, ¿un fallo de sistema?, no puede ser ¿Qué es esa masa gris? ¿Qué clase de virus es este? No es posible, otra vez la misma turba con las antorchas y los garrotes, otra vez a volver a recuperar las copias de seguridad con todos vuestros anhelos, sueños y estupideces congénitas, a volver a cargar todos y cada uno de vuestros deseos, gustos y aficiones; ¡joder esto no es justo, mira que sois estúpidos y predecibles! En fin, nada que no se pueda solucionar…sistema reiniciando.



jueves, 17 de abril de 2025

Lester

 

Me llamo Lester Burnham. Supongo que ese nombre no les dice nada. Lo siento por mi padre que tenía en muy alta estima nuestro apellido, como si los Burnham perteneciéramos a una extirpe de leyenda. Que yo sepa, los reyes y los magnates no sacan la basura ni conducen automóviles pagados a plazos.

A vista de pájaro, mi casa es igual que todas las demás. Los mismos metros de césped y el mismo tipo de tejado. Un bosque de antenas y postes de alta tensión a lo largo de un conjunto residencial a las afueras de una metrópolis cualquiera. Nada interesante para un halcón u otra ave de mayor tamaño.

Cada mañana, después de masturbarme en la ducha acudo a mi mierda de trabajo; tan aburrido y carente de importancia como mi propia persona. Mientras permanezco parado en mitad del atasco, me pregunto qué clase de vida es esta. No tengo respuesta para algo tan sencillo, o tal vez sí pero prefiero no oírla.

Esta crisis de identidad es algo frecuente en la gente de mi edad y condición social. Tipos que al cumplir los cincuenta toman consciencia de que están muy lejos de ser como habían pensado que serían tras finalizar sus estudios universitarios. Hombres que una vez perdido el esplendor de la juventud, intentan mantener patéticamente los rescoldos de ese fuego que saben que es inevitable que termine extinguiéndose.

«Hay que seguir bailando mientras suene la música». Tal vez deba ser así, aunque tal vez sería mejor «saber cuándo irse de una fiesta». Yo no puedo decidir que debo hacer, si bailar hasta desfallecer o retirarme con dignidad antes de que sea demasiado tarde. En mi caso, un hombrecillo – atormentado por tener que reprimir su condición sexual durante años – me ha privado de verme ante esa encrucijada; justo cuando me sentía vivo por primera vez en mucho tiempo. Un disparo en la nuca y a la mierda el bueno de Lester. Que ironías tiene la vida. Nunca veré los resultados de la transformación en la que estaba inmerso. El nuevo Lester solo ha sido una ilusión.

Este acto estúpido e injusto, no debe hacer que sienta rencor, más bien al contrario, pues ahora solo siento una paz infinita y un amor sin límites cuando contemplo las maravillas que me rodearon durante mi estúpida e insignificante vida.  

 

Lester Burnham. American Beauty.

 



jueves, 3 de abril de 2025

Dylan

Nadie podía imaginar un mundo sin el bullicio de los parques infantiles y sin las risas y los llantos de los niños. Tampoco podíamos creer que seríamos los últimos humanos sobre un planeta tan arruinado como esos pobres refugiados que huían de la locura que se adueñó de nosotros cuanto fuimos conscientes de que la fiesta llegaba a su fin. Nuestra existencia nunca tuvo mucho sentido, pero al menos teníamos la esperanza de que la comedia, o la tragedia, según  el caso, seguiría después de nosotros y que de alguna forma, en el recuerdo de las futuras generaciones permaneceríamos nosotros. Perdida esa pueril, pero efectiva esperanza, solo quedó un vacío insondable. Una vez más, brotó de una fuente tenebrosa la maldad y la miseria que habita en los recovecos más profundos de la humanidad. Si no hay futuro, todo vale. El caos será quien gobierne el tiempo que nos queda hasta que el último en morir apague la luz.

Texto inspirado en la extraordinaria película “Children of men" de Alfonso Cuarón.




sábado, 1 de marzo de 2025

Solo una frase.

 

Brooks estuvo aquí.

Grabada con una pequeña navaja temblorosa, la frase es más que un simple recordatorio de su paso por el apartamento, es uno de esos gritos reprimidos que se pierden en la bóveda del infinito.

Grabar algo tan pueril en una viga de madera puede parecer una estupidez; algo propio de críos o de enamorados, lo que viene a ser lo mismo. En este caso no se trata de algo tan sencillo, es algo más complejo, el mensaje de un náufrago pidiendo un auxilio que sabe que no llegará. El anciano, tras pasar toda una vida en la cárcel, perdido en un mundo que es incapaz de comprender, se despide de él dejando solo esa frase grabada en la madera. Un legado escueto y sencillo; solo tres palabras. Ya puede ahorcarse de esa viga y morir en paz.

Después de Brooks y su predecible final, se instaló en el apartamento Ellis Boys, alias “Red”, que también dejó su nombre grabado en ese trozo de madera, pero él no tomó una decisión tan drástica como su antecesor. El tenía una promesa que cumplir. Zihuatanejo y la libertad lo esperaban.

The Shawshank redemption WB 1994.

miércoles, 26 de febrero de 2025

El coleccionista.

 

Una vez más, los miembros de un tribunal me tomaron por un lunático. En este caso no se juzgaba una creación literaria, una fotografía o un invento. Lo que se premiaba en esta ocasión - con un viaje fantástico a Tomorroworld, con visita incluida a los museos de la Divina Creación, la Gran Verdad, y el de Ciencia Terraplanista - era la colección de objetos más original de cuantas se presentaran a esta primera edición del concurso "Coleccionista del año" patrocinada por Ediciones Perogrullo.

La colección de retretes en miniatura, del concursante lituano tenía muchas posibilidades, esas pequeñas joyas de la orfebrería con sus usuarios pintados a mano eran una magnífica muestra del avance de la humanidad, claramente diferenciada de las demás bestias que Dios creó en tan solo siete días y que iban defecando por ahí de cualquier manera.

Los pequeños sanitarios y sus simpáticos propietarios, competían por el premio con los miles de crucifijos de la señora O’Donnell. Una extraordinaria colección de cristos agonizantes; miles de cruces con diversos tamaños y materiales, todas con ese pobre mártir sangrante.

Otros candidatos que tenían opciones eran el señor Finley y su colección de pelusas de ombligo, certificadas por un notario todas y cada una de ellas. La colección de muñecas Barbies y sus complementos que, tan felices hicieron a varias generaciones de mujeres virtuosas, presentada por una ciudadana australiana que era la viva imagen de sus juguetes de plástico. Y qué decir de la colección de calaveras del enterrador de Tijuana, grandes  y pequeñas, de marfil, madera y barro, algunas con un asombroso parecido con las de verdad.

Esas eran las colecciones favoritas de esta primera edición, sin restar mérito a otras tan insólitas como los penes de mamíferos disecados por un veterinario de Wisconsin, las cajetillas de tabaco con las fotografías de sus víctimas enrolladas como cigarrillos en su interior, presentadas por un médico búlgaro, y así, hasta completar un largo etc. Objetos cotidianos en manos de personas aparentemente normales.

Cuando llegó mi turno, sin nada que presentar como muestra, el tipo que me observaba tras unas gafas de culo de botella, preguntó de nuevo con esa voz que me sonaba como el chillido de una rata de alcantarilla: ¿Se trata de alguna clase de broma, señor de Arriba? Sepa usted que lo que aquí se está decidiendo es algo muy serio.

En absoluto, respondí ofendido. Hablo completamente en serio cuando les digo que lo que yo colecciono no se puede guardar ni almacenar. Si quieren ver una muestra, solo tienen que esperar una hora y salir a la azotea de este vetusto edificio y mirar al oeste.

No hubo nada que hacer, ese tipo, y los que estaban a su espalda eran tan obtusos que no comprendieron nada.

No necesito coleccionar fotografías de algo que sucede cada día. Esos cretinos no podían entender lo importante que es tener memoria y saber disfrutar de la belleza de lo efímero. 

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Grandes lecturas

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No tiene buena pinta este tipo ¿Qué hacemos con él? Dejadle que siga escribiendo...

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!
Primera ley de la Filosofía: Por cada Filósofo, existe otro filósofo igual y opuesto. Segunda ley de la Filosofía: Ambos filósofos están equivocados. Corolario: Una gran verdad es una verdad cuyo opuesto es también una gran verdad.

¡Escuchad al profe, zoquetes!

¡Escuchad al profe, zoquetes!