Nada hay nada más humano que tomar una decisión equivocada. Sabes que es un error, pero…
Lo mismo sucede con un sinfín de otras cosas que son exclusividad de nuestra especie, a saber: Repetir errores constantemente; si sabes que es peligroso, ¿por qué lo tocas?
Es pernicioso para tu organismo, pero como es legal y aceptable a nivel social, pues venga, «jefe, ponga otra». La cirrosis no parece muy preocupante. «A mí eso no me va a pasar». En cambio otras drogas, solo se pueden tomar legalmente si se tiene un cáncer terminal. Que queréis que os diga, fumarse un porro escuchando Round Here, de Counting Crows no está nada mal…I can't see nothing, nothing. Round Here.
En
cuanto al tema de los sueños, la felicidad y esas chorradas; como esa estupidez
de la meritocracia y esas zarandajas de que si te esfuerzas, si crees en ti y
en lo que dice tu horóscopo, sin duda vas a lograr cumplir todos tus anhelos y
alcanzar todas tus metas y bla, bla, bla. Creo que prefiero no hablar de eso.
Baste un ejemplo: Si naces mujer en Afganistán, no sé yo cuanto esfuerzo vas a
necesitar para conseguir alcanzar tan solo uno de esos sueños. Mucho, me da que
mucho.
Me
llama poderosamente la atención, esa capacidad que tenemos para negar la
evidencia y, no me refiero a lo de negarse a envejecer, que eso sí que es de
traca. Coño, si eso es junto a la muerte lo único que tenemos seguro.
Esa
capacidad de seguir luchando aunque nos estén dando una paliza de muerte,
encajando golpes como un boxeador que se niega a besar la lona. El tío está sonado
y ahí sigue, encajando como una estera ¿Cuánto estamos dispuestos a aguantar?
Eso sí que es relativo, como la teoría de Einstein, o de su mujer, según dicen
las malas lenguas.
¿Y
qué decir de esos tipos que se presentan al Premio Planeta?; más de cien, muchos
más, que no son famosos, ni nada por el estilo, por lo que no podrán optar al
premio y a un posterior anuncio de leche o de plátanos en televisión. No soy capaz de
imaginar a Cela anunciando profilácticos o a Vargas Llosa Ferrero Rocher.
Sí, claro que puedo. Menuda imagen.
Perú
no ha ganado una medalla de oro olímpica en voleibol; estuvo cerca una vez, tan solo una, lo que no les
impide pasarse las tardes jugando a este deporte en parques de barrio. En cambio, en los Países Bajos, donde
la gente es altísima, apenas lo practican. Países Bajos, con la población más alta
del planeta, parece un chiste.
Somos
así. Nos gustan los retos y nos encanta fracasar, tanto como odiar a los que triunfan,
por suerte o por méritos, que de todo hay.
Nos
gusta juzgar a la ligera, tanto como mentir; cual político al que a pesar de
que lo han pillado, sigue negando y negando. «A ver si con suerte se olvidan de
mí».
Nos
encanta todo lo que está prohibido. Como llevar la contraria a los sabios y a
aquellos que intentan apartarnos del dolor y la enfermedad. «Qué sabrán esos viejos
locos».
Profesar
ideas que sabemos imposibles. Anarquía, que bien suena. Un vida sin Estado y ya
de paso, sin vecinos coñazo, esos que hacen esas cosas inmorales que al final
también acabamos haciendo nosotros, pero que no es lo mismo; para nada, vas a
compararme a mí con esos piojosos, esos desarrapados.
En
fin, no sé si me vais entendiendo. Podría seguir así durante horas, pero voy a
terminar como debe ser; publicando esta reflexión en el blog Mediocres del
mundo, aun a pesar de que sé que muy pocos la van a leer. Un blog de
literatura, en estos tiempos, manda huevos.
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