Mediocres del mundo ¡Me río en vuestra cara!

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Sin rastro

 


Se los tragó el mar. Fue una bestia de las profundidades. Ese maldito borracho los mató y después se precipitó al abismo él también.

En el pueblo, cada uno tenía su propia teoría de lo que había sucedido en la isla del faro maldito. Lo único cierto, era que los tres empleados encargados del funcionamiento de la vetusta instalación habían desaparecido sin dejar rastro, dejando la mesa puesta con la comida a medias.

¿Qué podía haber sucedido para que los empleados salieran con tanta prisa del faro, olvidando ponerse sus botas e impermeables, acaso vieron algo que los obligó a salir a toda prisa de su refugio? De ser así ¿Qué podría ser? Nada al respecto aparece en el libro de registro. La última anotación es sencilla y aunque es un tanto extraña, no da apenas información que pueda arrojar algo de luz a semejante misterio.

15 de septiembre, hoy por fin, tras varios días de tormenta el mar está en calma, por desgracia es lo único que en esta remota isla permanece tranquilo.

La anotación es del primer oficial, después solo páginas en blanco, hasta la última hoja, grasienta y manchada de sangre, donde aparece algo inexplicable, escrito con una caligrafía muy distinta.

Están por toda la isla, observándonos con sus ojos acuosos. El primer oficial y el otro cretino no me creen, pero yo los he visto, pronto vendrán a por nosotros.




jueves, 21 de septiembre de 2023

Recordar

 

Recordar.


De camino al patíbulo recordó por un instante el olor de su pelo, el dulce sabor de sus labios. Aspiró profundamente el aire llenando sus pulmones, sintiendo la vida latir en su interior, esa misma que pronto le iban a arrebatar. El sudor le pegaba la camisa harapienta a la piel a pesar del frío de la mañana. La sangre espesa abultaba unas venas que parecían querer salirse del cuerpo, ese mismo que estaba muy cerca de recorrer su último paseo.

El mundo no se para por ti ni por mí, no lo hace por nada ni nadie, fue lo último que le dijo. Sin lágrimas, sin lamentos. Las despedidas siempre dejan un vacío extraño, como un tren sin pasajeros, como una luz en mitad de la nada.

Las piernas dejaron de sostenerle, no querían recorrer ese camino lleno de odio y dolor. Mientras se arrastraba por el suelo, recordó por un momento como le gustaba correr descalzo por la playa, tan veloz como el viento, sin cansancio ni dolor, sin pena ni desaliento, solo él, su juventud y el eterno sonido del mar. Si corría siempre así, la maldad y la tiranía nunca le darían alcance.

Lo subieron al cadalso. El verdugo no llevaba tapada la cara, por lo visto, no sentía ninguna vergüenza por realizar tan siniestro cometido, en su rostro no había odio, tampoco piedad, solo una bobalicona indiferencia.

Todo estaba perfectamente calculado, cada gesto, cada movimiento, como una sinfonía ejecutada cientos de veces, una obra tan repetida que los componentes del grupo ya no necesitaban partitura. Con destreza y profesionalidad ejecutaban su número sin importar quién fuera el ajusticiado, otro más, uno de tantos.

Sin sufrimiento, así debía ser. Por muy merecido que fuera el castigo, el Estado debía ser a la vez que implacable, magnánimo con los traidores, proporcionando a los enemigos de la democracia una muerte rápida y exenta de dolor, fueran cuales fueran sus crímenes.

Su cuerpo no sería descuartizado como era tradición con los conspiradores antaño, en tiempos todavía más oscuros y bárbaros. Sería enterrado en una fosa sin identificación, donde nadie podría depositar flores en su aniversario.

Sintió el abrazo de la muerte, cerró los ojos y recordó. Recordó olores, escuchó música una vez más, una última vez, acordes, voces, el otoño, el frío en las manos y el calor en la nuca, los sonidos del bosque, la lluvia, el sabor del café, el pan recién hecho. Recordó quién era y quién había sido.



Javier de Arriba.



jueves, 14 de septiembre de 2023

«What’s the Frequency, Kenneth?»

 

W.T.F.K


Marzo de 2450.

Kenneth Burrows estaba sentado en su sillón presidencial, con los pies apoyados en la mesa mientras disfrutaba de un coñac muy antiguo, de finales del siglo XXI, su aroma y su sabor añejo le recordaron que debía encontrar la forma de hacer que ese maldito convicto desaparecido volviera al presente. Si no conseguía encontrar a esa escoria, las alimañas del consejo de fusión atómica se le echarían encima como una jauría sedienta de carroña. No podía enviar a nadie más a través del portal, el gasto era descomunal y los burócratas de las corporaciones no soltarían ni un maldito Metacoin más hasta que no tuvieran la certeza de que el maldito invento funcionaba.

Las primeras pruebas con animales habían sido muy decepcionantes. Con humanos fue mejorando hasta que por fin se consiguió completar la secuencia sin que el sujeto sufriera daños, hasta llegar a ese momento, se necesitó de un considerable número de reclusos “voluntarios”.

Mientras reflexionaba sobre el problema entró una holo-llamada por la línea reservada para asuntos de seguridad de nivel superior ¿quién sería?

La imagen tridimensional desapareció, dejando por un instante un pequeño punto azul que desapareció con un leve fulgor. En la mente del presidente sólo había ahora una palabra, hemos encontrado a ese idiota.


Octubre de 1986.

En el restaurante, Dan Rather apenas probó el postre, tenía la mente ocupada con los preparativos del viaje a Islandia, en cuatro días cogería un avión rumbo a Reikiavik para informar sobre el desarrollo de la cumbre Soviético-Americana donde se reunirían Ronald Reagan y Mijaíl Gorvachov.

Cuando terminó la cena, se despidió de sus acompañantes y como su domicilio no quedaba lejos, decidió ir caminando. Era octubre y hacía buena temperatura a esa hora de la noche. Park Avenue estaba tranquila tras el trasiego del día.

Dan iba tan distraído con sus pensamientos que cuando de pronto le asaltaron dos desconocidos, lo primero que supuso era que le habían reconocido y simplemente querrían estrecharle la mano o pedirle un autógrafo, algo habitual dada su popularidad, pero para su sorpresa, uno de ellos lo agarró del pecho y le espetó a la cara ¿Kenneth, cuál es la frecuencia?, dímelo ¿Cuál es la jodida frecuencia? Aquello no tenía sentido, ese tipo sin duda le confundía con otra persona y, aunque Dan le dijo que se equivocaba de persona, esto en vez de calmarlo, le violentó aún más, de modo que le propinó al atónito Dan un puñetazo en plena mandíbula. El golpe le hizo retroceder, hasta que tambaleándose se tropezó con el bordillo de la acera y cayó al suelo, momento que el atacante aprovechó para volver a golpearlo mientras gritaba fuera de sí, Kenneth, ¿cuál es la frecuencia? El otro tipo no hacía nada, tan solo observar la escena a un par de metros de distancia, hasta que el ruido alarmó al portero del edificio de enfrente que salió a ver que estaba sucediendo, lo que hizo que los dos individuos huyeran dejando al pobre Dan tumbado en el suelo ¡William vámonos, este tipo no es Barrows, larguémonos de aquí, corre! ¡No, hazme caso Frank es él, o un clon suyo, está aquí para torturarnos, maldita sea!

¡Alto, llamaré a la policía! Las voces llegaban hasta Dan como si estuvieran muy lejos, un puñetazo en un oído le había dejado aturdido y no sabía muy bien que es lo que estaba ocurriendo.

Al día siguiente Dan no presentó las noticias, él fue la noticia. La extraña agresión sufrida por el famoso periodista de la CBS rápidamente se convirtió en el tema de conversación de los ciudadanos de la ciudad, y por un tiempo la frase pronunciada por el lunático agresor se hizo famosa, durante unos meses era común que la gente la utilizara con doble sentido o cambiando incluso su propio contenido para usarla de modo despectivo, cuando se quería dar a entender que alguien es un estúpido que no se entera de nada

¿What the fuck, Kenneth?


Enero de 1994.

¡William Tager recluso seis dos seis uno, culpable de sedición! ¡William Tager, se le dieron instrucciones precisas de cuándo debía regresar al portal y las ha incumplido! La próxima fecha disponible para su regreso es el uno de enero del año mil novecientos noventa y seis. Debe estar en el lugar señalado en esa fecha o los mensajes subirán de frecuencia e intensidad hasta la privación de sueño total. El mensaje se repetía en su cabeza cada seis horas, como si fuera un mantra cruel que le recordaba que no podía volver a fallar.


Tras el incidente con el presidente Burrows, o uno de sus clones, William se escondió en un edificio a medio construir donde se refugiaban también drogadictos y marginados. En su estado demente, olvidó presentarse en el lugar indicado para su regreso. Esa torpeza le costaría tener que permanecer allí diez años, mientras que en el futuro, debido a la enorme gravedad que generaba el portal, apenas pasarían unos meses hasta el nuevo intento de extracción. No podía esperar tanto tiempo, tenía que encontrar la forma de comunicarse con el futuro, si ellos podían enviarle mensajes, él tendría que encontrar el modo de hacerlo también.

¿Cómo lo harían, cómo podían insertar esos mensajes en su cabeza? ¿Había viajado también el presidente Barrows en persona, para haciéndose pasar por periodista insertar los mensajes en las ondas de televisión que emitía la CBS? Tal vez fuera esa la forma de poder hablar con sus congéneres del futuro.

Tenía que encontrar un modo de volver antes y explicarle al presidente que lo sucedido no había sido culpa suya, él quería volver, pero tenía que ocultarse hasta que pasaran unos días.



Cada día le dolía más la cabeza y apenas podía dormir, los mensajes se repetían ahora cada cuatro horas.Todavía faltaban dos años para que pudiera acceder al portal, demasiado tiempo, no podía soportarlo más.

Le resultó increíble la facilidad con la que compró el arma con tan solo una identificación que no recordaba de donde había salido, en el siglo veinticinco, el papel prácticamente era un objeto de museo, no recordaba ese documento que le permitía conducir, en su tiempo no existían ese tipo de permisos ¿para qué iba alguien a querer conducir un vehículo?



Entró en el edificio de la cadena de televisión, en un monitor Phill Connors, desde Punxsutawney hacía la previsión del tiempo, otro día más. Su aspecto era horrible, casi tan deplorable como el que tenía el propio William frente a los cristales de la NBC. Será un invierno largo, muy largo.

El control de acceso estaba custodiado por un par de gorilas de mirada escrutadora que revisaban los pases de los grupos, para entrar por la barrera se necesitaba uno de empleado. Tendría que buscar otro acceso.

Estudió el edificio buscando alguna entrada por donde colarse, la zona de acceso de mercancías parecía menos vigilada. Intentaría acceder por ahí cuando tuviera la ocasión. Su objetivo era llegar hasta el control de sonido y anular la emisión de la señal, era una idea absurda, pero hay que tener en cuenta que la desesperación no suele llevarse bien con la sensatez. Estaba convencido de que esta era la única manera de silenciar los mensajes que le enviaban desde el futuro, ocultos con la señales de radio y televisión.

Al final consiguió acceder a una especie de almacén donde a esa hora de la noche había poco ajetreo, avanzó ocultándose tras los carritos que contenían la ropa que se utilizaba en los programas que emitía la cadena, concursos, realitys, basura.

Todo iba bien hasta que al intentar abrir una puerta, de la nada apareció un tipo gordo que se plantó entre la puerta y él con su grasienta figura. Sin pensarlo, William disparó - más por miedo que por convicción - sobre la enorme masa que le cortaba el paso, el pobre hombre se quedó tan sorprendido que solo pudo decir mierda antes de desplomarse como una gelatina gigante sobre el suelo del almacén.

A trompicones, Willian llegó hasta la puerta, pero para su decepción estaba cerrada con llave, retrocedió hasta el lugar donde el hombre vigilante se desangraba, intentó buscar la llave en la garita que había a la entrada. Cuando se giró para emprender la huida, sintió un tremendo golpe en la cabeza, después solo quedó el silencio y las voces se apagaron por completo.


La sala de interrogatorios carecía del espejo que suelen tener siempre en las películas, tampoco había una cámara grabando lo que allí acontecía, aquello parecía más bien el despacho donde aguardan su castigo los que roban en los centros comerciales. Había una mesa pegada a la pared y un par de sillas de madera que hacía años no conocían el barniz. En la mesa se amontonaban un montón de carpetas y varios vasos con restos de café y alguna que otra colilla.

Frente al sospechoso estaba el agente al cargo de la investigación, suceso más bien, pues poco había ya que investigar, el supuesto homicida estaba en el lugar del crimen - con el arma todavía caliente en el bolsillo - en el momento en que un guarda de seguridad lo dejó inconsciente de un certero golpe de porra.

El agente le quitó las esposas y le ofreció un cigarrillo, una táctica para llevarle a su terreno, soy el poli bueno ¿Quién haría de poli malo? Mejor no saberlo.

El dolor de cabeza era insoportable, pero sentía algo distinto, el ruido de fondo había desaparecido, las voces no estaban. Miró el reloj de la pared, faltaban diez minutos para las doce de la noche, a esa hora volverían a repetirse ¿Sería posible que el chip implantado en su cerebro se hubiera roto con el golpe sufrido en el almacén de la cadena de televisión? Si eso fuera cierto…

El interrogatorio fue breve, duró hasta un poco más de las doce y media. El acusado confesó ser el autor del homicidio, el resto de la historia carecía de importancia policial, eso quedó en manos del psiquiatra para el momento del juicio.



En la cárcel los días pasaban despacio, no había mucho que hacer por lo que las horas pasaban entre el sueño y el hastío, le drogaban para que olvidara quién era en realidad y de donde venía. Si no salía de allí pronto, sería el primer hombre de la historia en morir antes de haber nacido.

Frank caminaba de pared a pared, reprochándole - como de costumbre - sus estúpidos actos ¿Cómo se te ocurre dispararle a ese pobre hombre? Ahora si que la hemos jodido, nunca volveremos al futuro, nos encerraran aquí hasta que el chip de nuestras jodidas cabezas nos acabe matando.

No soy un asesino, ese tipo era un esbirro, seguro que es cómplice también. Además, estoy harto de ti, tú sólo hablas y hablas, pero nunca haces nada, solo eres un producto de mi imaginación ¿Sabes una cosa? Mi chip ya no funciona, Así que soy libre y tú, amigo, algún día desaparecerás para siempre.


Noviembre de 1994.

Un día, mientras William dibujaba cosas absurdas en un cuaderno, en la tele apareció ese maldito periodista por el que se hacía pasar Barrows en el pasado. El muy cabrón  estaba cantando una canción estridente con unos tipos muy raros que parecían reírse de él mientras cantaban:





jueves, 7 de septiembre de 2023

” Todos tenemos derecho a vivir como queramos, y a morir como podamos.”


Muertes ridículas de celebridades.


Catalina Alekséyevna, emperatriz de Rusia, pasó a la historia como Catalina segunda la Grande. Según la versión oficial, su gloriosa persona sufrió un derrame cerebral mientras tomaba un baño. Otras fuentes, las de los plebeyos rencorosos, afirman que en verdad, el derrame le sobrevino mientras cagaba, de ser así, la gran emperatriz murió en el sitio que por derecho divino le correspondía, el trono. 

Mucho se ha especulado sobre las asombrosas circunstancias que rodearon a la muerte de Rasputín.Se supone que la noche del veintinueve de diciembre de mil novecientos dieciséis, el influyente monje fue envenado con cianuro, como esto no fuese suficiente, el príncipe Yusupov le disparó en el pecho y como al parecer tampoco bastó con esto, lo golpearon varias veces en la cabeza con un bastón. Después, arrojaron al moribundo envuelto en una alfombra a las gélidas aguas del río Neva donde el muy cabrón, por fin murió ahogado. Antes de echarle al río, alguien le amputó el pene que era de unas proporciones sobrehumanas y actualmente se exhibe en el museo del erotismo de San Petersburgo.

Más increíble e inusual fue la muerte de Esquilo, el filósofo y dramaturgo griego que sobrevivió a la célebre batalla de Maratón. Según había pronosticado el oráculo de Delfos, esta tendría lugar al derrumbarse una casa sobre él. Con la intención de evitar tan trágico suceso y burlar así su fatal destino, el escritor se fue a vivir al campo. A pesar del cambio de residencia, la muerte lo alcanzo una mañana soleada mientras caminada despacio, disfrutando de la contemplación de la naturaleza exuberante que le rodeaba. Cayó al suelo con la cabeza partida en dos al caerle encima una tortuga, Sí, eso mismo, una maldita tortuga que transportaba un quebrantahuesos que pasaba por allí y que se desprendió de las garras del ave justo cuando pasaba por encima del desafortunado filósofo. No encuentro palabras para describir tan surrealista suceso, pero si las crónicas de la época afirman que tan inverosímil suceso sucedió así, por increíble que parezca, habrá que creerlo.

El Papa Adriano IV, único inglés que ha ostentado este cargo, falleció atragantado por una mosca que le entro por mal sitio ¿Acaso existe un sitio bueno por el que una mosca se pueda introducir en nuestro organismo? y lo más increíble ¿Qué clase de mosca tuvo que ser para hacer que muriera una persona atragantándose con ella? Impresionante.

Enrique primero de Castilla murió de una pedrada, cosas de chiquillos. Nada que ver con las muertes de otros monarcas a consecuencia de las heridas en batalla o presa de la enfermedad. El pobre infeliz, murió a los trece años tras recibir en plena mollera el impacto de una piedra cuanto contaba con solo trece primaveras. Por fortuna para los monarcas actuales, esos juegos bárbaros ya no son práctica entre las pandillas de adolescentes, ahora juegan al Call of Duty.

Hans Steininger era famoso por ser el hombre con la barba más larga del mundo, según los registros de la época, la luenga barba llegó a medir un metro y cuarenta centímetros. Prefiero no imaginarlo comiendo sopa. Un día, mientras Hans dormitaba plácidamente, se declaró un incendio en su edificio. En ese momento de pánico, Hans salió corriendo de su habitación sin recogerse la gigantesca chiva que se le enredó en los pies provocando una caída fatal que le partió el cuello.









lunes, 4 de septiembre de 2023

Recomendaciones de un cinéfilo

Los duelistas. Ridley Scott 1977

Faltan pocos meses para el estreno de una de las películas más esperadas del año, al menos para los que nos encanta el cine y la historia,.Como cabe suponer, se trata de la epopeya cinematográfica del año, Napoleón, del veterano director Ridley Scott, que a sus ochenta y seis años sigue dando guerra.

Momento oportuno para recordar otra película, precisamente la primera que dirigió el director británico cuando era un mozalbete de cuarenta años, allá por 1977. “Los duelistas” fue el magnífico debut en la dirección del señor Scott, al que le debemos esa obra maestra absoluta que todos estaréis pensando, sí, Blade Runner, de la que tanto y tanto se ha discutido.

Centrémonos en “ Los duelistas”. Basada en la novela del mismo título - aunque también conocida como “El duelo”- de Joseph Conrad, la cinta de míster Scott, narra el interminable duelo “ a primera sangre” entre Armand D´Hubert, teniente de los húsares y aristócrata, y el teniente Feraud, pobre pero con muchas ínfulas. El conflicto entre los dos oficiales del ejercito de Napoleón, se produce cuando el primero recibe la orden de poner bajo arresto domiciliario al segundo por haberse batido en duelo con el sobrino del alcalde de Estrasburgo. El pobre muchacho queda gravemente herido tras el lance, algo que, por descontado, su tío no podía dejar sin castigo, por lo que presionó al superior de D´Hubert para que hiciera algo al respecto. Cuando D´Hubert localiza a Feraud, en una casa de dudosa reputación, este, no solo se niega a permanecer allí hasta que llegue el juez, sino que desafía también al mensajero a batirse por su honor, total, qué más da un duelo más, debió pensar el teniente, comenzando así, una disputa entre ambos que se prolongará durante años.

Con las guerras Napoleónicas como telón de fondo, estos dos cretinos, incapaces de dar matarile a su oponente, solo consiguen infringirse lesiones, de mayor o menor gravedad, evitando que la pelea termine con la muerte y dejando para otra ocasión el cruce de sables.

Feraud es más terco que una mula y nada en el mundo le hace entrar en razón. D´Hubert es tan orgulloso que, aunque suele evitar a su rival, siempre que este lo encuentra y le envía a sus testigos, el honor lo reclama. Solo un cobarde rehusaría.

A la espera de ver el resultado de la nueva película del señor Scott - confío en que será una de las que le han otorgado el prestigio que otras, que prefiero no mencionar, apunto han estado de malograr - recomiendo encarecidamente el visionado de esta maravilla.





"Once del once"

"Once del once"
Tú, director de prestigio, sí, tú, esta es tu película ¿Te atreves?

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Aquí estoy, junto a Santiago Posteguillo y Antonio Muñoz Molina!!

Aquí estoy, junto a Santiago Posteguillo y Antonio Muñoz Molina!!

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!
Primera ley de la Filosofía: Por cada Filósofo, existe otro filósofo igual y opuesto. Segunda ley de la Filosofía: Ambos filósofos están equivocados. Corolario: Una gran verdad es una verdad cuyo opuesto es también una gran verdad.

11-11-1918. El fin de la locura. Poilus y Hellfighters volverán a casa

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Libro recomendado