He dado más vueltas al asunto que un vinilo se los Stones en la casa de Scorsese, y aun así no consigo entender ni su sentido ni su significado. Esto es otro galimatías más que jamás conseguiré desentrañar. Algo tan abstracto como el Estado de Gracia o el Vacío cuántico. Algo sin principio ni fin, sin cuerpo ni alma, algo que ni vemos, ni percibimos, pero que lo buscamos desde que existimos. Cuando crees haberlo alcanzado se deshace sin dejar rastro, ni olor, ni humo, nada.
Se supone que soy un experto en el asunto, pero lo cierto es que solo soy un aprendiz que duda más de lo que sabe ¿Cómo debo, pues, enfrentarme a un auditorio que espera saciar la sed de ese conocimiento que se empeña en mantenerse oculto incluso para quién lo ha estudiado durante tantos años?
El sudor y el temblor de manos me delatarán una vez más ¿Seré acaso un impostor, como otros tantos que afirman tener ese conocimiento?
Los que se atrevieron a presentar sus conclusiones, antecesores unos, predecesores los otros, sembraron más dudas que aclaraciones al respecto. Con estos antecedentes, solo un loco o un insensato se subiría a esa tribuna que me aguarda, silenciosa, como la guillotina a Luis XVI, como la soga que en unas horas rodeará el cuello del reo. En este caso, será mi reputación la que colgará de esa cuerda infame. La suerte está echada.
He llegado a este punto porque por un instante creí que la fórmula era correcta y todo parecía encajar a la perfección. Era algo tan bello como extraordinario, pero solo fue un espejismo. En una fracción de segundo, el artificio se desmoronó ante ese impotente y patético ser que se rascaba la cabeza sin comprender nada.
Es muy probable que el misterio de este asunto jamás sea descubierto, revelado, o que tan siquiera alcancemos a comprenderlo dentro de mil años, tal vez más. Siempre ha estado ahí, tal como es, en su perfección y grandeza, somos nosotros los que no podemos verlo.
Una hora antes de mi intervención, subo al taxi y, tras una charla banal sobre la Navidad y lo que sea que signifique esta celebración para un taxista paquistaní, unos minutos antes de llegar a mi destino, el tipo cambia la emisora de la radio porque, cito textualmente sus palabras: “estoy hasta los huevos, con perdón por la expresión de tanto politiqueo". Ah, música moderna, mucho mejor…
Soy un perdedor, I'm a loser baby, so why don’t you kill me?
¿Será casualidad? O quizás la canción de Beck es un aviso premonitorio de lo que está a punto de sucederme?
Tonterías, yo no creo en las casualidades. Yo decido mi destino.
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Un saludo.