Mediocres del mundo ¡Me río en vuestra cara!

miércoles, 26 de febrero de 2025

El coleccionista.

 

Una vez más, los miembros de un tribunal me tomaron por un lunático. En este caso no se juzgaba una creación literaria, una fotografía o un invento. Lo que se premiaba en esta ocasión - con un viaje fantástico a Tomorrowworld, con visita incluida a los museos de la Divina Creación, la Gran Verdad, y el de ciencia Terraplanista - era la colección de objetos más original de cuantas se presentaran a esta primera edición del concurso “Coleccionista del año” patrocinada por Ediciones Perogrullo.

La colección de retretes en miniatura, del concursante lituano tenía muchas posibilidades, esas pequeñas joyas de la orfebrería con sus usuarios pintados a mano, eran una magnífica muestra del avance de la humanidad, claramente diferenciada de las demás bestias que Dios creó en tan solo siete días y que iban defecando por ahí de cualquier manera.

Los pequeños sanitarios y sus simpáticos propietarios, competían por el premio con los miles de crucifijos de la señora O’Donnell. Una extraordinaria colección de cristos agonizantes; miles de cruces con diversos tamaños y materiales, todas con ese pobre mártir sangrante abandonado por su padre.

Otros candidatos que tenían opciones eran el señor Finley y su colección de pelusas de ombligo, certificadas por un notario todas y cada una de ellas, la colección de muñecas Barbies y sus complementos que tan felices hicieron a varias generaciones de mujeres virtuosas, presentada por una ciudadana australiana que era la viva imagen de sus juguetes de plástico, y qué decir de la colección de calaveras del enterrador de Tijuana, grandes  y pequeñas, de marfil, madera y barro, algunas con un asombroso parecido con las de verdad.

Esas eran las favoritas de esta primera edición, sin restar mérito a otras tan insólitas como los penes de mamíferos disecados por un veterinario de Wisconsin, las cajetillas de tabaco con las fotografías de sus víctimas enrolladas como cigarrillos en su interior, presentadas por un médico búlgaro, y así, hasta completar un largo etc. Objetos cotidianos en manos de personas aparentemente normales.

Cuando llegó mi turno, sin nada que presentar como muestra, el tipo que me observaba tras unas gafas de culo de botella, preguntó de nuevo con esa voz que me sonaba como el chillido de una rata de alcantarilla: ¿Se trata de alguna clase de broma, señor de Arriba? Sepa usted que lo que aquí se está decidiendo es algo muy serio.

En absoluto, respondí ofendido. Hablo completamente en serio cuando les digo que lo que yo colecciono no se puede guardar ni almacenar. Si quieren ver una muestra, solo tienen que esperar una hora y salir a la azotea de este vetusto edificio y mirar al oeste.

No hubo nada que hacer, ese tipo, y los que estaban a su espalda, eran tan obtusos que no comprendieron nada.

No necesito coleccionar fotografías de algo que sucede cada día. Esos cretinos no podían entender lo importante que es tener memoria y saber disfrutar de la belleza de lo efímero. 

 ESTOS son los MEJORES miradores de Oporto [+ MAPA GRATIS]

 

jueves, 13 de febrero de 2025

El cretino duplicado

 

Gregorio Ramírez era un zoquete y un inútil total. «No sabes hacer ni la o con un canuto» Gregorio tuvo que oír, en boca de su padre esa frase lapidaria tantas y tantas veces que acabó por decir que debería ser su epitafio. «Aquí yace Gregorio Ramírez, un pobre desgraciado que no servía para nada, alguien tan torpe que no sabía ni hacer la o con un canuto».

Cabe suponer que una persona tan poco avispada; un tuercebotas como él - según su profesor de matemáticas de la escuela primaria - sería un pobre diablo toda su vida, alguien que, por descontado, nada tendría que aportar a la sociedad. Otro fracasado más sin oficio ni beneficio. Nada más alejado de la realidad.

¿Qué clase de milagro tuvo que suceder para que un cretino como Gregorio alcanzara eso que llamamos éxito? Que no es otra cosa que tener fama o dinero, o ambas cosas. Ninguno, los milagros no existen; existe la voluntad, el trabajo, la constancia y todas esas chorradas sobre que se pueden alcanzar todos tus sueños tan solo con proponértelo. Un sutil engaño para que los esclavos besen las manos que les han puesto los grilletes. Endogamia, suerte, padrinos, contactos y el statu quo que nunca cambia, esas son las verdaderas claves del éxito.

Tras finalizar sus estudios primarios, con más pena que gloria, Gregorio trabajó como mascota de un equipo de fútbol, portero de discoteca, cobrador del frac y mamporrero, oficios que en su ascenso hasta la alcaldía de su ciudad poco aportaban, todo sea dicho. Tras mucho trepar y muchas horas de hastío en el instituto, logró el título de bachiller y un puesto de concejal de urbanismo. Cría fama y échate a dormir. En diez años, Don Gregorio Ramírez pasó de concejal a alcalde y de ahí a ministro. Si eso no es tener éxito, que venga Dios y lo vea.

El mismo día y a la misma hora que nació el señor ministro, en las antípodas nacía Neil McGregor, un niño con una prodigiosa inteligencia que solo le trajo problemas. La educación caduca y repetitiva, creada para adoctrinar y amansar a los alumnos, nada podía ofrecer a una mente tan perspicaz y crítica como la del joven Neil McGregor. Sus padres, unos granjeros ultracatólicos, ni quisieron, ni pudieron ayudar a su atormentado hijo. El indomable muchacho terminó en un reformatorio por cometer un delito absurdo con el único propósito de ser aceptado por una pandilla de maleantes.

Tras pasar por una institución que era una trituradora de adolescentes, pues nada tenía que ver con la educación y la reinserción, más bien todo lo contrario, el joven Neil, convertido en un adicto autodestructivo, malvivió en un mugriento apartamento durante cinco años, en los que dejó para la humanidad tres novelas prodigiosas que tuvieron cierto reconocimiento en su país tras el suicidio de su autor.

Si algún turista australiano hubiera llevado uno de esos libros de vacaciones a Marbella, y se hubiera encontrado por casualidad con el alcalde de la ciudad, se habría quedado atónito al ver que el alcalde de esa peculiar ciudad española era idéntico al escritor del libro que estaba leyendo.

© Javier de Arriba

Basado en la novela “El hombre duplicado” del genial y añorado José Saramago.

Con cariño para mi amigo Goyo, que es un gran lector.





 

 

 

domingo, 9 de febrero de 2025

Un barrio cualquiera

 

Ya no quedan descampados repletos de condones cuarteados por el sol y el viento, rodeados de pequeños fragmentos de vidrio marrón y latas abandonadas por algún inconsciente, tan cretino como el incauto que se infectará de tétanos al usarlas como diana. Ya no hay muros de hormigón abandonados a su suerte, últimos restos de fábricas obsoletas y comercios que tuvieron que echar el cierre ante lo inevitable; vidrieras apedreadas sin motivo y tabiques erosionados por cientos de micciones nocturnas. Refugio de vagabundos y toxicómanos que se apoyan en sus paredes para inyectarse esa sustancia ponzoñosa que los eleva a los cielos por momentos y los arrastra al infierno de por vida.

Eso ya pertenece al pasado, como tantas cosas que es mejor que permanezcan ahí, otras por el contrario deberían ser rescatadas del olvido.

Las ciudades cambian mientras los que las habitan envejecen y mueren. Las mismas casas, distintos retratos y distintos muebles. Nuevos negocios reemplazan a los que apenas pueden subsistir con los pocos clientes que permanecen fieles. Neones mustios que apenas llaman la atención de los transeúntes, son el último reclamo que lucha en vano contra los centros comerciales y las compras en red. El quiosco de prensa cerró el mes pasado. En su lugar, se ha instalado un puesto que vende sueños en forma de lotería; la fantasía de la compra de un chalet en la zona residencial impresa en un boleto de un euro. Lo compran los que han visto a sus hijos partir a otras zonas o al extranjero y los que acaban de llegar con lo puesto, huyendo de lugares tan miserables como lejanos.

El barrio dejó atrás su agitada adolescencia. Alimentado por planes urbanísticos saturados de grandilocuencia creció sin control, como esas urbes decadentes y sucias de las películas de ciencia ficción.

Cuando la nostalgia se pasa por su antiguo barrio, siempre se encuentra con algún amigo de la infancia al que la vida ha tratado muy mal que le dice: ¿te acuerdas de cuando esto era todo campo?

 


Grandes lecturas

Grandes lecturas

Vistas de página en total

Aquí estoy, junto a Santiago Posteguillo y Antonio Muñoz Molina!!

Aquí estoy, junto a Santiago Posteguillo y Antonio Muñoz Molina!!

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!

¡Yo os maldigo por salir de la caverna!
Primera ley de la Filosofía: Por cada Filósofo, existe otro filósofo igual y opuesto. Segunda ley de la Filosofía: Ambos filósofos están equivocados. Corolario: Una gran verdad es una verdad cuyo opuesto es también una gran verdad.

Libro recomendado