Ayer murió el vampiro más viejo del mundo. No lo mató una estaca clavada en el corazón, tampoco lo hizo la luz del sol. Marlow se consumió lentamente, como los pétalos de las flores marchitas, pisoteadas por botas mugrientas repletas de estiércol y barro. Cuatrocientos sesenta años alimentándose de la sangre de poetas y filósofos, de escritores y científicos, terminaron en cuestión de días.
"La sangre de este siglo es tan pobre y está tan licuada como los cerebros a los que riega", solía decir . Ante este panorama, decidió no alimentarse más con tan mediocre sustento.
El viejo escritor, que tanta fama otorgó con sus obras a tantos y tantos que de él se aprovecharon, se fue consumiendo lentamente, como las épocas por las que fue pasando como una brisa que apenas deja huella a su paso.
El resto, los que seguimos consumiendo la sangre decadente de esta época absurda y trivial, donde todo es impostado y artificial, nos vamos convirtiendo poco a poco en zombis babeantes de ojos hundidos, criaturas que no ven más allá de esas pequeñas ventanas por las que se asoman a un mundo falso y cruel.
Basado en la película. "Solo los amantes sobreviven" Jim Jarmusch.
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