El primer asesinato. Marzo de 2004.
Os odio con cada átomo de mi ser. La frase, escrita en la frente del fiambre que enseña la lengua entre unos labios carnosos y amoratados parece una burla. Otra instantánea más para el álbum de crímenes que la policía no resolverá. El inspector Brenan se limpia las gafas con parsimonia mientras se queja del calor que hace. Este jodido calor no es normal, comenta uno de los técnicos mientras pasa una luz ultravioleta por la escena del crimen.
El inspector Brenan es un veterano, veinte años de servicio dan para mucho; para ser testigo de todo el catálogo de perversiones inventado por las mentes más retorcidas del jodido mundo, y para sentir un asco y un vacío insondable.
Parece evidente que el pobre diablo no se ha suicidado. Las notas de suicidio rara vez contienen tanto odio. Suelen ser tristes y llenas de reproches, propios o dirigidos al resto del mundo, según el nivel de narcisismo del propio suicida y en su tono suele haber resignación y culpabilidad por tomar tan drástica decisión. La mayoría solo son eso, una simple nota de despedida, sin culpas ni justificación. Esto que tengo ante mí, es otra cosa, otro crimen brutal perpetrado por un maníaco.
El flash de la cámara de Teddy me devuelve de nuevo a la realidad, a la escena del crimen y a ese hediondo apartamento. Abro la ventana cuyo marco está tan seco como el cadáver que tiene debajo; con guantes y con sumo cuidado, no soy un jodido novato, de hecho «soy el jodido» inspector al mando de esta investigación. Supongo que eso lo pienso para alimentar mi ego, últimamente lo tengo muy abandonado, como al resto de mi persona.
Subo la persiana para que entre algo de luz; está claro que la bombilla del techo no está bien, parpadea constantemente y no ilumina una mierda. El edificio de enfrente está a unos pocos metros. Con el ruido, un par de palomas se asustan y salen volando. La cornisa me recuerda a la misma de la que pendía Deckard, maltrecho y vencido ante su perseguidor, el replicante que lo observaba triunfal por un momento, antes de comprender al fin lo que tanto necesitaba saber.
«Duele vivir con miedo».