Nadie podía imaginar un mundo sin el bullicio de los parques infantiles y sin las risas y los llantos de los niños. Tampoco podíamos creer que seríamos los últimos humanos sobre un planeta tan arruinado como esos pobres refugiados que huían de la locura que se adueñó de nosotros cuanto fuimos conscientes de que la fiesta llegaba a su fin. Nuestra existencia nunca tuvo mucho sentido, pero al menos teníamos la esperanza de que la comedia, o la tragedia, según el caso, seguiría después de nosotros y que de alguna forma, en el recuerdo de las futuras generaciones permaneceríamos nosotros. Perdida esa pueril, pero efectiva esperanza, solo quedó un vacío insondable. Una vez más, brotó de una fuente tenebrosa la maldad y la miseria que habita en los recovecos más profundos de la humanidad. Si no hay futuro, todo vale. El caos será quien gobierne el tiempo que nos queda hasta que el último en morir apague la luz.
Texto inspirado en la extraordinaria película “Children of men" de Alfonso Cuarón.